Pedro Blanco Fernández de Trava

La historia de los esclavistas españoles debe detenerse siempre en la biografía de Pedro Blanco Fernández de Trava, el mayor esclavista del mundo. Al menos así fue considerado durante buena parte del siglo XIX en un momento en el que la esclavitud estaba desapareciendo del mundo poco a poco.

Infancia y huida de Málaga

Pedro Blanco Fernández de Trava nació en la ciudad de Málaga en 1795, concretamente en el barrio de El Perchel que aglutinaba a los pescadores de la ciudad. El niño nació fruto de la unión de un navegante gallego y una joven de buena familia.

Es más, el embarazo hizo que la joven, llamada Gertrudis, fuera repudiada por su familia. Esto sumió a Pedro Blanco en la más absoluta de las pobrezas durante sus primeros años de vida. Sin embargo, no toda la familia materna se olvidó de la madre y el hijo. Uno de sus tíos se encargó de procurarle una educación adecuada.

Así, el niño pasó primero por un colegio y posteriormente por la escuela náutica de la ciudad para encaminar su actividad al mar. Pero el talante de nuestro personaje estaba a punto de aparecer por primera vez en la historia para hacer que esta se alejara por completo del camino marcado.

A la edad de 14 años, Pedro Blanco tuvo que huir de Málaga. El motivo no fue otro que el de dejar embarazada a su hermana Rosa. El incesto estaba a todas luces prohibido, por lo que el joven tuvo que poner rápidamente tierra de por medio.

La formación de un negrero

A principios del siglo XIX, la esclavitud era una realidad, aunque cada vez contaba con más detractores y la abolición se veía como algo deseable. Sin embargo, los que se dedicaban a ella amasaron enormes fortunas. En muchos casos, el dinero venía procedente de los mismos Gobiernos que empleaban piratas y contrabandistas para lucrarse.

Pero Pedro Blanco Fernández de Trava todavía no había llegado a ese punto. Una vez que salió de su Málaga natal, el joven tuvo que enrolarse como simple polizón en diferentes embarcaciones. Varios años de su vida pasaron a continuación en las aguas de Terranova, las peores para cualquiera marinero.

No obstante, con fortuna y tesón, nuestro personaje consiguió ascender hasta capitán de bergantín. De ahí no tardó mucho en adquirir un ingenio azucarero en Cuba, por lo que su vida como empresario en distintos escenarios comenzó en ese momento.

La Cuba del momento, especialmente su industria azucarera, dependía por completo de la mano de obra esclava. De esta manera, Pedro Blanco no tardó en ver el potencial negocio que se abría ante él con la trata de seres humanos.

Eso sí, como todos los oficios, el de traficante de esclavos también requiere de un buen maestro. En el caso de nuestro protagonista, el aprendizaje teórico se llevó a cabo con Joaquín Gómez Hano de la Vega. El práctico, por su parte, en un criadero de personas esclavizadas en Recife.

También llegó a ser contable del famoso esclavista Cha Cha. Así, queda claro que el interés de Pedro Blanco Fernández de Trava estaba ya irremediablemente volcado hacia la venta de esclavos.

El mayor esclavista del mundo

Lo cierto es que no le fue nada mal a nuestro personaje, ya que consiguió convertirse en pocos años en el más importante de los negreros españoles. Una vez que hubo terminado su fase de aprendizaje, Pedro Blanco Fernández de Trava se lanzó a montar su propio negocio.

Lo hizo en el estuario del río Gallinas, que actualmente recibe el nombre de río Moa en Sierra Leona. Entre 1822 y 1838, esta zona vio crecer el mayor imperio esclavista del mundo. Pedro Blanco empleó una serie de islas e islotes cada uno con una misión diferente. En uno vivía él con su hermana, en otro se encontraban los almacenes de productos y en otras dos islas los barracones para los esclavos.

El número aproximado se estima en unos 4000 hombres y unas 1000 mujeres. Ambos sexos estaban separados y solo se mantenían relaciones destinadas a la reproducción de una forma controlada. Los criterios de selección racial habían sido parte de las enseñanzas del malagueño y este no dudó en aplicarlos.

El resultado fue tan bueno en términos de negocio como brutal humanitariamente hablando. De las instalaciones de Blanco salían cada año 6000 nuevos esclavos con destino en Estados Unidos, Brasil o Cuba.

El negocio era redondo. Blanco compraba a cada individuo por una cantidad aproximada a los 20 dólares y los vendía en destino por unos 350 dólares. Llegó a amasar a mediados del XIX una fortuna de casi cuatro millones de dólares. Para la época, esto era ser uno de los grandes ricos del mundo.

El final del imperio

Durante muchos años, la actividad de nuestro protagonista consiguió esquivar el freno de la marina inglesa apostada en Freetown con fines antiesclavistas. Sin embargo, la mejora en los barcos ingleses y un acuerdo entre España y el Reino Unido comenzaron a complicar las cosas a Blanco.

Es más, este cedió su negocio a uno de sus allegados viendo que el final se acercaba. Y no estaba equivocado. A finales de la década de los 40 del siglo XIX, las islas donde se realizaba la actividad de Blanco fueron arrasadas por los ingleses terminando con la actividad.

Para entonces, nuestro protagonista había pasado ya unos años en Cuba donde terminó siendo repudiado por la alta sociedad. No por ser esclavista, ya que esto estaba perfectamente aceptado como profesión.

A partir de su partida de Cuba poco se sabe de él. Es más, su muerte tampoco queda nada clara. Muchos afirman que se produjo en Barcelona en 1852. Otros dicen que fue en Génova en 1854.

Lo importante de la biografía de Pedro Blanco Fernández de Trava es entender que fue el mayor de los esclavistas españoles. Para ello también contó con la complicidad de las autoridades. Eso sí, su crueldad y falta de humanidad son las que lo han convertido en una leyenda de la parte más oscura de la historia.