Margarita Salas

Es necesario mencionar el nombre de Margarita Salas al hablar de ciencia en España. Esta pionera de la biología molecular es una de las grandes personalidades del siglo pasado, y sigue presente por sus descubrimientos. Por ello, merece que su vida sea considerada junto a las de otras grandes de las ciencias como Marie Curie.

Quién fue Margarita Salas: de la infancia a la universidad

Margarita nació en un pequeño pueblo costero de Asturias llamado Canero en 1938. Sin embargo, su familia pronto se trasladó a Gijón, por lo que el ambiente rural quedaría atrás.

La familia de la pequeña poseía un alto nivel cultural. Tanto es así que el motivo del traslado fue que el padre de la futura científica iba a abrir un sanatorio para enfermos psiquiátricos. Esta institución se abriría en la ciudad de Gijón.

En este centro de cuidados pasó Margarita su infancia, ya que la familia vivía en el mismo edificio en el que se alojaban los enfermos. La asturiana contó con posterioridad que no era raro que ella y sus hermanos jugaran con los pacientes durante horas.

Con todo, los padres de Margarita tenían claro que sus tres hijos tenían que estudiar una carrera universitaria. Y esto se produjo sin hacer diferencias entre el hijo y las dos hijas, algo que no era común en la España del momento.

Margarita desarrolló toda su etapa de formación en un colegio de monjas en el que destacaría como una alumna brillante en ciencias y en humanidades. Terminado el bachillerato, tuvo que decantarse por una de estas dos ramas, por lo que eligiría, finalmente, la científica.

Sin embargo, la joven dudaba sobre su especialización. En su mente, la medicina y la química eran igualmente atractivas. Por ello, se trasladó a Madrid para hacer un curso preuniversitario que daba acceso a ambas carreras.

Finalmente, Margarita elegiría la química. Y no se equivocó, pues, según cuenta, desde que entró por primera vez al laboratorio, supo que ese era su lugar.

El encuentro que lo marcó todo

Cuando Margarita Salas estaba en el tercer año de carrera, su padre invitó a comer a Severo Ochoa. Este era un familiar lejano de los Salas y se encontraba en Asturias de vacaciones, ya que vivía en Nueva York.

El encuentro con el célebre científico español dejó a Margarita en shock al descubrir de primera mano los avances en bioquímica que se estaban haciendo. La joven no había estudiado aún esta materia, pero el propio Ochoa le mandaría bibliografía desde Estados Unidos para que se instruyera por anticipado.

Terminada la carrera, Severo Ochoa tendría que volver a interceder para que el famoso bioquímico Sols admitiese a Margarita como una estudiante de doctorado. Sin la recomendación del Premio Nobel, habría sido imposible, ya que el rechazo a las mujeres en las altas instancias de la academia era notorio.

Estos son los años en los que Margarita conoce al que será el hombre de su vida y colaborador en muchos de sus descubrimientos: Eladio Viñuela, compañero de clase, que acompañaría a la científica asturiana en muchas de sus investigaciones.

El paso por EE. UU. y la vuelta a España

Terminadas las tesis doctorales, tanto Margarita como Eladio aceptarían la invitación de Severo Ochoa para realizar una estancia en Nueva York bajo su tutela. Los medios de los que se disponían en Estados Unidos dieron las herramientas necesarias para que los jóvenes progresaran enormemente en sus investigaciones. Eso sí, siempre bajo la tutela de Ochoa.

Sin embargo, pasados tres años en el centro de Ochoa, la pareja decide volver a España. Eran perfectamente conscientes de que volvían a un país con menos recursos y menor inversión en investigación científica, aunque esto no los detuvo en absoluto.

El problema que tuvieron que resolver a su regreso era el de elegir un campo de estudios. Y ahí apareció Phi29, un fago que haría famosa a Margarita, pero que al principio parecía poco estimulante.

Lo que consiguió la joven investigando este fago, virus que afecta exclusivamente a bacterias, fue sorprendente. Descubrió cómo se iniciaba el proceso de replicación de los virus al detectar una serie de proteínas que hasta entonces habían pasado desapercibidas. Esto condujo directamente a la patente del ADN polimerasa, que, durante décadas, ha sido una de las patentes con mejores resultados económicos en España.

Es importante destacar que Salas consiguió esto sola. Su marido, que en un principio investigaba con ella, se cansó de que no se reconociese el papel activo de su mujer en la investigación. Así, decidió echarse a un lado para que la sociedad comprobase que era Margarita la que estaba haciendo que los avances se produjeran de forma tan notable.

El legado de una heroína de la ciencia

Los trabajos de Salas que antes hemos citado no tardaron en darle repercusión internacional y el reconocimiento de toda la comunidad científica. En España, llegada la democracia, su papel comenzó a ser más importante que en décadas anteriores y el reconocimiento unánime no tardó en llegar.

Hablar del legado de Margarita Salas es citar una actividad en la que destacan más de 300 publicaciones científicas, la supervisión de 28 tesis doctorales y la obtención de reconocimientos como el ser miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. En esto último, fue la primera mujer española en conseguirlo, lo que da una buena prueba de la importancia internacional de la científica asturiana.

La muerte llegaría en el año 2019 cuando la científica contaba con 80 años y aún mantenía algo de actividad. Aunque, eso sí, ya alejada de la primera línea. Salas siempre tuvo un vínculo especial con su tierra de origen. Pese a ello, los últimos años de vida los pasó en Madrid, por ser este su lugar de trabajo.

Sin duda, la biografía de Margarita Salas es la de una mujer adelantada a su tiempo. La ciencia en España y en todo el mundo le deben mucho a su figura, al menos en su papel de pionera para las nuevas generaciones.