La orden de los Caballeros Templarios

La biografía de la Orden de los Caballeros Templarios es apasionante. De hecho, fue una de las órdenes más poderosas de todas las creadas durante la Edad Media. Jugó un papel clave en las Cruzadas y, en torno a ella, se desarrolló una mística y un halo de misterio que perduran en nuestros días.

El origen de los guerreros templarios

Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón fue su auténtico nombre. Lo que sucede es que, en su momento, era habitual llamarla simplemente Orden del Templo u Orden del Temple. En cualquier caso, fue fundada en algún momento del año 1118 o de 1119. Los responsables fueron nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns tras combatir en la Primera Cruzada.

Debemos partir de la base de que, para los cristianos que vivían en el siglo XI, Jerusalén era el lugar más importante del mundo. En ella estaba el Sepulcro de Cristo. Así que, a partir del año 1000, las peregrinaciones empezaron a hacerse muy habituales.

El problema principal estaba en el crecimiento de los turcos selyúcidas, que acababan de convertirse al Islam. Su avance a lo largo de la segunda mitad del siglo XI hizo que Bizancio perdiera el control cristiano de los accesos a Jerusalén. Así que, durante el Concilio de Clermont de 1095, el Papa Urbano II apeló a la liberación de la Ciudad Santa, algo que debería ser llevado a cabo por los caballeros de Occidente.

Así sucedió en 1099. Sin embargo, la seguridad de los peregrinos seguía estando amenazada, lo que quedó claro en multitud de ataques. Ahí surgió la Orden de los Templarios. Se trató de un grupo de hombres que vivían en la indigencia y de forma muy religiosa.

En aquel momento, los guerreros templarios empezaron a actuar como policía de carretera. ¿Su objetivo? Escoltar a los peregrinos hasta Jerusalén y otros lugares santos como el río Jordán.

Finalmente, la Iglesia Católica aprobó oficialmente la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. Sucedió en el año 1129 durante el Concilio de Troyes. Esto hizo que creciese rápidamente tanto en número como en poder. Vivían entre la oración y la guerra y vestían un manto blanco con una cruz roja ancorada que los distinguía.

El auge de la Orden de los Caballeros Templarios

La aprobación de la Iglesia Católica atrajo a muchos soldados. Tanto fue así que, en pocos años, formaban parte de ella los militares mejor entrenados de Europa. Pero no solamente ellos se adhirieron a la orden.

También hubo miembros de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón que carecían de formación militar. Por tanto, su participación en las cruzadas era imposible. Ellos se encargaron de crear una estructura económica bastante compleja dentro del universo cristiano de la Edad Media. De hecho, sus técnicas financieras se asemejan mucho a las utilizadas por los bancos en la actualidad.

El éxito económico de su sistema permitió a la Orden de los Caballeros Templarios construir multitud de fortificaciones. La mayoría de ellas se repartían entre el mar Mediterráneo y, sobre todo, Tierra Santa.

El declive de los guerreros templarios

El problema de los guerreros templarios es que el éxito de la orden estaba estrechamente ligado al desarrollo de las Cruzadas. Cuando fueron incapaces de mantener en su poder Tierra Santa, sus apoyos desaparecieron. No olvidemos que llegaron a acumular una notable cantidad de poder en el mundo cristiano de la época.

A esto había que sumar los rumores que habían surgido a lo largo de los últimos años. Hablamos, por ejemplo, del secretismo en torno a la ceremonia de iniciación. También del modo en el que aprendieron a comunicarse sin usar palabras. La desconfianza hacia la orden cada vez era mayor.

Hubo un momento en el que varios reyes de Europa estaban muy endeudados con los templarios. El más claro ejemplo era Felipe IV de Francia. Esto, unido al poder que empezaba a tener la orden, le llevó a presionar al papa Clemente V para que tomara medidas.

¿El resultado? Una masacre. En 1307 murieron la mayor parte de los integrantes de la orden. No en mitad de una cruzada, sino quemados en la hoguera por acusaciones falsas en su mayoría. La hostilidad llegó a tal punto que, en 1312, Clemente V disolvió la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. Felipe IV de Francia había logrado salirse con la suya.

Sin embargo, la rápida y abrupta disolución de la Orden de los Templarios dio lugar a un sinfín de especulaciones y leyendas. Muchas de ellas se han mantenido hasta nuestros días.

El secreto de los caballeros templarios

La verdad es que es difícil hablar de uno solamente. Sin embargo, hay una leyenda que ha cobrado especial interés a lo largo de los años. Es aquella que dice que, realmente, los templarios no solo querían proteger Tierra Santa del avance de los musulmanes. También hacerse con las principales reliquias religiosas, custodiarlas y protegerlas.

Hablamos, por ejemplo, del Santo Grial, la mesa del rey Salomón, las tablas de Moisés o el Arca de la Alianza. Símbolos del cristianismo que nunca se han encontrado realmente, pero que aparecen en la Biblia.

Todos estos elementos compusieron el llamado “tesoro de los templarios”. Supuestamente, este fue almacenado en una de las fortificaciones construidas durante sus años de mayor esplendor. La leyenda más conocida es aquella que afirma que se encuentra en el castillo de Ponferrada.

Sin embargo, no hay ninguna prueba de que esto sucediese realmente. Ni siquiera un escrito que hablase de la posesión de estos objetos sagrados por parte de la Orden de los Templarios. Así que, a falta de pruebas oficiales, solo podemos decir que su secreto es, más bien, una leyenda.

En definitiva, esta es la historia de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. Resulta curioso que haya mantenido su fuerza tantos siglos después de su disolución. No olvidemos que, en su época, había muchas otras que no son especialmente recordadas.