Ignacio de Loyola

La biografía de Ignacio de Loyola es la de uno de los personajes clave en la historia de la Iglesia católica. Si alguna vez te has preguntado quién fundó los jesuitas, aquí te contamos todo lo relacionado con Ignacio de Loyola y la fundación de los jesuitas.

Infancia y adolescencia

Ignacio de Loyola no pasó sus primeros años de vida como alguien que fuese a convertirse en santo. Tampoco como alguien que sería decisivo para el futuro de una Iglesia católica que, por aquellos tiempos, estaba aún recuperándose de la Reforma de Martín Lutero.

Iñigo López de Loyola nació en 1491 en la localidad guipuzcoana de Azpeitia, perteneciente por entonces a la Corona de Castilla pero en disputa con Francia. Los primeros años del joven Iñigo, que se cambiaría el nombre a Ignacio mucho más tarde, los pasó entre libros y una vida rural poco destacable, según comentan los expertos. Aunque en realidad poco se sabe de estos años.

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que en 1507 viajaría hasta Arévalo para educarse en la corte de Castilla, donde pasaría más de una década moviéndose entre esta localidad y Valladolid. Es la etapa en la que Ignacio aprende todo lo que un hombre tipo de la época debía saber, convirtiéndose en un hábil guerrero y en aficionado a la lectura y la escritura.

Pronto, el joven se convertiría en un hombre de armas al servicio de la Corona de Castilla, lo que le llevaría a tierras navarras. Allí se dada la rebelión de varias ciudades que poco antes había sido anexionado al reino castellano.

Ignacio de Loyola participó activamente en varios episodios bélicos, entre los que destaca el asedio de Pamplona por parte de las tropas franconavarras. Se dice que Ignacio fue de los más voluntariosos en una defensa que parecía imposible, pero que resultó exitosa para los castellanos.

Sin embargo, durante el asedio, Ignacio fue herido por la bala de un cañón que le rompió una pierna y le dañó la otra. Durante la convalecencia, Loyola se topó con los libros espirituales y religiosos, sin saber que iban a marcar su futuro. Los años de guerra habían terminado y comenzaba su camino hacia la santidad.

 

 

 

Hacia la Compañía de Jesús

Los libros que marcaron el paso del guerrero al hombre religioso fueron La vida de Cristo, de Ludolfo de Sajonia y Flos Sanctorum. Ambos hicieron que Ignacio repasase de forma crítica su vida y decidiese emprender el camino de la religión, al que dio comienzo con una peregrinación a la propia Jerusalén.

 

Durante el camino hasta Tierra Santa, se hospedó en el Monasterio de Montserrat con los benedictinos, donde entregó su vestimenta militar a la virgen. De allí salió en harapos y descalzo. Luego partió a Manresa, donde permaneció al menos diez meses viviendo en una cueva y realizando una profunda meditación acompañada de ayunos.

Esta experiencia fue fundamental en su vida, ya que fue la que lo inspiró para crear los Ejercicios espirituales que se editaron definitivamente en 1548. Estos son la base de la espiritualidad jesuítica y de otros muchos movimientos dentro de la Iglesia católica.

En su peregrinar, Loyola llegó a Roma y posteriormente a Jerusalén a principios de septiembre de 1523. A su vuelta, siguiendo los consejos de varios amigos, Loyola estudió latín y filosofía, pasando por universidades como la de Alcalá de Henares o la de Salamanca.

Pero fue en París donde completaría sus estudios y donde conseguiría a sus primeros seguidores al predicar las virtudes de sus Ejercicios espirituales. De un grupo en el que había personajes como Francisco Javier, Diego Laínez o Pedro Fabro salió lo que sería el núcleo de la Compañía de Jesús, llamada así por el vínculo con Cristo.

Sin embargo, la Iglesia no reconocería al grupo hasta 1538. Fue este año cuando Ignacio, Fabre y Laínez llegaron a Roma, donde consiguieron la bendición y el permiso del papa Paulo III. Este limitó en un principio el número de miembros de la orden a un máximo de 70, aunque esta limitación estaría poco tiempo vigente.

Así nació la Societas Iesu, la conocida por todos como Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas con mayor presencia en todo el mundo en la actualidad.

 

El final de su vida

Fundada la orden jesuita, tocaba decidir quién sería su líder. Ignacio salió elegido por unanimidad en 1541 como el Superior General. A partir de ese momento, Ignacio de Loyola se encargó de enviar a sus compañeros como misioneros por Europa. Así consiguieron crear un gran número de centros educativos en los que tendrían que formarse los futuros miembros de la orden y la élite de la sociedad civil.

La Compañía de Jesús siempre ha tenido un vínculo especial con el conocimiento y la formación académica, algo muy ligado a la aspiración personal de Ignacio.

Durante estos años, los Ejercicios Espirituales serían llevados ante la Inquisición por haber surgido dudas de su ortodoxia. Realmente, se trató de una estratagema para socavar la enorme popularidad que estaban alcanzando los jesuitas y el propio Ignacio. El proceso, solicitado por el propio líder de la orden para aclarar el asunto, terminó en una completa absolución.

A partir de entonces, Ignacio se dedicó en exclusiva a la orden y a prepararla para su sucesión. Su muerte se produjo el 31 de julio de 1556, en la sede de los jesuitas de Roma. Diego Laínez le sucedería en el cargo y la Iglesia se encargaría de elevarlo a la categoría de santo en 1622. Hoy es también el patrón de los ejercicios espirituales.

Sus restos descansan en la iglesia del Gesù en Roma, templo que sigue siendo la iglesia madre de la Compañía de Jesús y en la que se puede visitar una capilla que lleva el nombre de este santo guipuzcoano, envuelta en un pequeño retablo que se terminó de construir en 1695 para servir de lugar de descanso para Ignacio de Loyola.