¿REAL O FALSO? Un terrorífico encuentro con el sillón

¿REAL O FALSO? Un terrorífico encuentro con el sillón

¿REAL O FALSO? Un terrorífico encuentro con el sillón

Los miedos de la infancia tienen sus raíces en muchas historias de terror virales -desde oscuros y vagos recuerdos de episodios de televisión perdidos, hasta depredadores sanguinarios que acechan en las sombras más profundas de nuestros dormitorios- y a veces esas pesadillas reaparecen para atormentarnos de mayores.

Así es el caso de un usuario anónimo conocido simplemente como «Johnny», que todavía recuerda con claridad su propio encuentro durante la infancia con un monstruo al que apenas vio, y que supuestamente habitaba en los oscuros recovecos debajo de uno de los muebles más cómodos de la casa: el sofá del salón.

Johnny no recuerda con exactitud la edad que tenía cuando el terror se desató; cree que quizá tenía sólo cuatro o cinco años, y que era el primogénito de una joven pareja que vivía en Great Bend, Kansas.

«Éramos una familia joven, con poco dinero», recuerda Johnny, «y casi todos nuestros muebles eran de segunda mano». Entre esos objetos usados había un viejo y gigantesco sofá con dibujos de flores, donde Johnny le gustaba jugar.

Una tarde de verano, estaba jugando con su colección de canicas en el suelo junto al sofá… hasta que su canica roja favorita acabó rodando por debajo del sofá. La canica se quedó tan pérdida en las sombras que no pudo verla, por mucho que bajase la cabeza al suelo.

Su madre estaba ocupada y su padre estaba trabajando, así que no había nadie lo suficientemente fuerte como para apartar el enorme sofá de la pared del salón… así que Johnny decidió intentar rescatar su canica él mismo, metiendo la mano en la oscuridad.

Recuerda que al principio intentó agarrarla con poca fuerza, pero que luego se animó más y extendió todo su brazo por el pequeño hueco que había entre el sofá y el suelo… pero no logró hacerse con la pequeña esfera de cristal. Sacó la mano para intentar de nuevo desde otro ángulo. En el momento en que la retiró, asegura que una pequeña mano apareció de repente desde las sombras.

La mano se extendió apenas hasta su huesuda muñeca antes de volver a esconderse en la oscuridad, apenas el tiempo suficiente para que Johnny comprendiera lo que sus ojos acababan de ver… pero el retrato que dibujé en su imaginación quedó grabado para toda la vida.

«Era una mano delgada, con dedos puntiagudos», recuerda con claridad. «Una mano de mujer». También recuerda que la mano era retorcida y arrugada, como la garra de una pequeña y arrugada bruja… y que el color de la misma era un gris oscuro estremecedor.

Johnny ya había empezado a alejarse a toda prisa del inesperado visitante cuando la mano volvió a surgir… pero esta vez llevaba algo entre los dedos: una pequeña caja de plástico negra, con un logotipo descolorido que él no reconocía.

«Esperó, como si esperara que la cogiera», continúa. «Cuando no lo cogí, se metió debajo del sofá y desapareció».

Eso ya fue suficiente para Johnny, que fue a contárselo a su madre… pero también recuerda algo extraño con respecto a cómo reaccionó ante el pequeño intruso.

Concretamente, no recuerda haberse asustado mucho, sino que se levantó, se dirigió a la cocina, donde su madre estaba preparando la cena, y describió lo sucedido.

Incluso de adulto, no fue capaz de explicar aquello… pero supuso que no tenía un sentido claro de los límites entre la realidad y la imaginación a una edad tan temprana. Su madre supuso esto también cuando él le explicó lo que había visto, pero ella le siguió la corriente y se acercó al sofá para investigar los hechos.

No encontró nada, a pesar de revisar todo a conciencia… y cuando el padre llegó a casa después del trabajo, ambos padres levantaron el enorme y pesado sofá del suelo por completo, sólo para tranquilizar la mente inquieta de su hijo pequeño. La canica roja estaba allí… pero nada más.

Eso podría haber supuesto el final del asunto, y Johnny habría memorizado el incidente como un extraño lapsus de su imaginación juvenil… pero, por razones que aún no puede explicar, la imagen de esa pequeña mano perduró durante años.

«Incluso llegué a tener una extraña fantasía de pequeñas manos que vivían debajo del sofá», escribe… «y creía que me atraparían y me llevarían si volvía a meter la mano en sus confines».

Pero incluso las imaginaciones infantiles más oscuras son poco más que sueños… ¿no?

Eso es lo que pensaba Johnny, mientras se iba haciendo mayor… hasta que un día el recuerdo distante regresó -como sucedía de vez en cuando a lo largo de los años- y le contó a su madre el incidente ocurrido bajo el sofá. Sorprendentemente, ella aún recordaba su historia de aquella tarde de verano… y lo que es más extraño, se mostraba algo inquieta al recordarlo.

Sólo cuando ella le contó más cosas sobre el sofá -cosas que nunca le había contado antes- empezó a entender su reacción.

Al parecer, los padres de Johnny se deshicieron del viejo sofá menos de un mes después de que él les contara aquella curiosa historia… cuando descubrieron que su anterior dueño había muerto encima de él.

Habían comprado el sofá en una venta de bienes, celebrada poco después de la muerte de la anciana propietaria. Nunca supieron su nombre, sólo que había muerto bajo circunstancias misteriosas.

Pero por muy espeluznante que le pareciera esa información, esa no es la parte que a veces le quita el sueño a Johnny… la imagen que se le queda grabada es la de la pequeña caja negra que la mano retorcida había extendido hacia él… y el descolorido logotipo que había en el lateral, que no supo identificar cuando la vio por primera vez.

Pero ahora sí sabe lo que significa aquel símbolo, porque lo había visto de nuevo hace poco, en un envase similar, pero mucho más nuevo y limpio, cuando estaba en la ferretería del pueblo.

Ese logotipo correspondía a una marca de cuchillas afiladas de repuesto para una navaja multiusos…