¿REAL O FAKE? LA VENGANZA DE LACY MORGAN

¿REAL O FAKE? LA VENGANZA DE LACY MORGAN

¿REAL O FAKE? LA VENGANZA DE LACY MORGAN

Para nuestra cita con el creepypasta de esta semana hemos dado con una historia publicada hace unos años por un usuario anónimo. La autora relató que durante su adolescencia sufrió malos tratos a manos de su madre alcohólica, y que su único refugio eran unas pocas horas de calma en la madrugada, cuando la madre se quedaba dormida (o inconsciente). Fue durante una de estas escasas noches de tranquilidad cuando la autora quedó atónita al escuchar unos golpes en la puerta de su casa.

Al abrir la puerta, se encontró con una niña de unos seis años, con ojos marrones oscuros y pelo rubio, cuyo cuerpo flaco y pálido temblaba por el frío que hacía. La autora atendió a la joven y la envolvió en una manta gorda, pero la niña seguía temblando de frío.

«¿Cómo te llamas?», le preguntó… y antes de que la niña contestase, la autora se dio cuenta de que sus ojos no eran marrones, sino negros.

«Lacy Morgan», susurró la niña.

La autora preparó una cama para la niña en el sofá del salón, mirandola de vez en cuando para asegurarse de que estuviera cómoda… pero nunca vio a Lacy quedarse dormida y al final la autora se quedó dormida mientras vigilaba a su invitada.

Por la mañana, la autora se despertó al recibir una bofetada de su madre, que estaba enfadada por el desorden en el salón. Cuando miró hacia el sofá, comprobó que Lacy ya no estaba… pero la manta y el sofá sí estaban manchados de barro.

Al día siguiente, la adolescente escuchó una conversación entre sus compañeros de clase en la que pronunciaban el nombre de «Lacy Morgan». Escuchando con más atención, se enteró de que estaban hablando de una niña que se llamaba así y que había sido encontrada muerta la noche anterior.

Luego, una noticia en el telediario lo confirmó: el cuerpo de Lacy, de seis años, había sido descubierto enterrado en la propiedad de su madre, Marissa Morgan, que no daba señales de vida y era la principal sospechosa. El reportaje mostraba la última foto de la niña, y Lacy era casi idéntica a la niña que había aparecido en la puerta de la casa de la autora la noche anterior. Sólo se diferenciaba por el color de sus ojos: en la foto, el iris no era negro, sino un azul intenso.

Asustada, la autora se metió en la cama sin poder dormir hasta bien pasada la medianoche… pero poco después se despertó al sentir una mano helada que le acariciaba la cara justo donde su madre la había pegado el día anterior.

«Nunca más», susurró una voz.

La autora se asustó, girándose hacia el sonido por reflejo… pero no había nadie.

Temblaba de miedo, incapaz de moverse durante unos minutos… hasta que oyó los gritos de su madre en la habitación de al lado – gritos de terror que poco después se convirtieron en gritos de agonía. Finalmente, se armó de valor y se dirigió a la habitación de su madre… y aunque lo que encontró allí la llenó de angustia, por una parte ya se imaginaba lo que iba a encontrar.

Esa niña, que se hacía llamar Lacy Morgan, estaba sentada encima del cuerpo mutilado de la madre. Tenía sus pequeñas dedos clavados en la carne desgarrada de la mujer, y su cara y brazos estaban empapados de sangre.

De repente, la chica se incorporó, escupió un trozo de la cara de la mujer muerta y se giró para mirar a la autora, mirándola fijamente… En ese momento, sonrió con su boca manchada de sangre. Fue lo último que recordó la autora antes de perder el conocimiento.

Al día siguiente se despertó en su propia cama y salió disparada hacia la habitación de su madre, creyendo que todo había sido una horrible pesadilla. La cama estaba vacía, pero también limpia y ordenada, como si nadie hubiera dormido en ella desde hacía días. Fue entonces cuando vio las huellas de pies: manchas sucias de los pies descalzos de una niña pequeña, que iban desde un lado de la cama hasta la ventana abierta.

La autora termina su relato explicando cómo estos hechos se produjeron hace muchos años, que nunca se llegó a resolver la desaparición de su madre y que ahora está casada y tiene su propia hija.

Y, como último inciso, cuenta como también vio a la hija de la vecina de al lado con moratones en los brazos. Pocos días después, una niña rubia se presentó en su casa pasada la medianoche…