Los inexplicables eventos detrás de la «muerte» de Gibbon

Los inexplicables eventos detrás de la «muerte» de Gibbon

Los inexplicables eventos detrás de la «muerte» de Gibbon

La fecha fue el 7 de mayo de 1926. El lugar era la pequeña comunidad de Gibbon, un municipio rural de Kentucky cuya población humana murió bajo circunstancias misteriosas tras un extraño fenómeno… un evento que comenzó en esa fatídica noche y que todavía no tiene explicación casi un siglo después.

Según se dice, la información sobre estos extraños acontecimientos está basada en varios testimonios escritos de primera mano de testigos de los acontecimientos ocurridos el 7 de mayo, que comenzaron con el avistamiento de una «bola de fuego verde» en el cielo que sobrevolaba Gibbon, poco después de la puesta de sol.

Todos estos testimonios hablan de un resplandor muy similar, que se extendió paulatinamente hacia el este y acabó cubriendo la ciudad con una misteriosa capa opalescente.

Algunos testigos también afirmaron haber oído un sonido extraño – descrito por uno de ellos como el «estruendo lejano de maquinaria a punto de fallar» – que, según ellos, procedía del mismo lugar en el que se produjo el avistamiento original de la bola de fuego verde.

A la mañana siguiente se oyeron más ruidos, como un «tremendo estruendo», en la parte oeste de la ciudad, seguido de una ráfaga de aire caliente y maloliente que varios testigos describieron como un «olor fuerte de azufre», así como otro olor fuerte que no pudieron identificar.

Un grupo de unos veinte vecinos de Gibbon se encargó de investigar la zona donde se oyó el estruendo (ellos coincidían en que la bola de fuego verde había sido vista por primera vez en el mismo lugar). Salieron hacia el lugar justo antes del mediodía del 8 de mayo de 1926.

Ningún miembro de este grupo de búsqueda volvió.

Durante los próximos días, los vecinos que habían visto la bola de fuego empezaron a sentir síntomas físicos extraños, que incluían lesiones parecidas a las quemaduras, sarpullidos dolorosos, extrañas decoloraciones de la piel, caída de pelo, náuseas y un fuerte dolor abdominal.

Los vecinos del pueblo y las autoridades encargadas de investigar los hechos no podían haberlo sabido en aquel momento, pero los detalles de estas dolencias coinciden en gran medida con los síntomas de envenenamiento por radiación, que no se investigarían por completo hasta que el gobierno estadounidense comenzara a realizar pruebas nucleares confidenciales casi dos décadas más tarde.

Pasaron meses sin que se llegara a ninguna conclusión viable sobre lo que realmente ocurrió durante aquella noche de primavera… pero aquellas personas que habían manifestado síntomas físicos se empezaron a encontrar cada vez peor, y al cabo de menos de tres meses casi todos los afectados estaban muertos.

Los ciudadanos se deshicieron de los cadáveres en una fosa común; los que asistieron al entierro aseguraron que los restos de las víctimas se hallaban tan deteriorados que eran prácticamente irreconocibles, incluso para sus familias y amigos íntimos.

Pero lo peor no había hecho más que empezar para los desconsolados supervivientes.

Justo antes del anochecer en la noche del entierro colectivo, algunos vecinos apreciaron cómo los últimos rayos de sol del día se reflejaban en algo metálico en el horizonte, en una zona de las afueras de Gibbon, donde nunca se habían visto edificios, vehículos u otras estructuras metálicas antes.

Estos testigos afirman que el horrible olor a azufre reapareció apenas unos minutos después de que se viera ese resplandor metálico, arrastrado en el aire por un viento caliente que recorrió toda la ciudad. A continuación apareció una luz verde cegadora, más intensa que la del sol poniente.

Mientras los vecinos miraban los acontecimientos, un «grande y oscuro objeto metálico» ascendió desde el horizonte y se fue hacia arriba, acompañado de un profundo zumbido casi imperceptible, antes de desaparecer sin dejar rastro.

Al cabo de una semana tras este nuevo acontecimiento, un equipo de lugareños descubrió los restos del grupo de búsqueda original que se había emprendido hacia la primera aparición de la bola de fuego verde. Sus cuerpos estaban carbonizados y rodeados de un círculo de hierba quemada y aplastada y otro material vegetal.

A las pocas horas de este hallazgo, los seis miembros del equipo manifestaron síntomas similares a los que provocaron la susodicha muerte de varios vecinos… pero esta vez, al cabo de unas horas de volver al pueblo, los seis se murieron.

Durante las semanas siguientes, cada vez más vecinos de Gibbon iban cayendo bajo los efectos de la misma enfermedad. Los testimonios escritos a mano de los que se origina esta historia fueron supuestamente aportados por los últimos supervivientes, que documentaron sus últimos días antes de que la enfermedad se los cobrara a ellos también.

Aunque los expertos siguen intentando corroborar las declaraciones de estos testigos, casi un siglo después no hay ninguna respuesta, y no hay rastro de cantidades excesivas de radiación en Gibbon ni en el condado circundante. Sin embargo, curiosamente, los investigadores no han encontrado indicios de mamíferos o aves grandes en un radio de unos ocho kilómetros de la zona donde se vio por primera vez la bola de fuego. Sólo se han encontrado insectos y otras criaturas pequeñas… y, según un biólogo que se dedica a investigar el caso, algunas de ellas parecen ser especies desconocidas hasta ahora.

A pesar de que la zona ha sido declarada habitable, ni una sola persona se ha vuelto a vivir en Gibbon hasta el día de hoy. Ni siquiera los animales han vuelto.