KAGOME KAGOME – Un juego infantil al que quizás no deberías jugar

KAGOME KAGOME – Un juego infantil al que quizás no deberías jugar

KAGOME KAGOME – Un juego infantil al que quizás no deberías jugar

Esta leyenda urbana se titula así en referencia a un antiguo juego de niños japonés pero su carácter inocente se ha visto manchado por una espeluznante historia de guerra, sadismo y terror sin precedentes.

La palabra «Kagome» se puede traducir más o menos como «círculo», pero también significa » jaula» o «rodear». En este caso, lo más adecuado sería llamar al juego «Rodearte, rodearte». Las reglas varían según la tradición, pero hay una versión que consiste en que un grupo de niños elige a uno de ellos para quedarse quieto, mientras los demás forman un círculo a su alrededor, cantando una canción que comienza con «Kagome, Kagome» mientras intentan asustar el niño en el centro con movimientos bruscos, gritos o expresiones desagradables. Si el niño en el centro reacciona, pierde.

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo se inventó el juego, pero el testimonio más extraño y terrorífico sobre » Kagome Kagome» se remonta al año 1942, concretamente en un orfanato situado en la prefectura de Shimane en Japón.

Según documentos conseguidos por los aliados en instalaciones ocupadas por los alemanes, los oficiales nazis habían usado el orfanato aislado para llevar a cabo experimentos clandestinos con niños. Los experimentos -que las autoridades insistieron en que se llevaran a cabo fuera de Alemania para evitar cualquier tipo de controversia- consistían en la búsqueda de un supuesto «interruptor de apagado» en el cerebro humano que, cuando se activa, en teoría provoca un proceso lento de envejecimiento físico que culmina en la muerte. Los científicos nazis creían que si se lograba localizar, aislar y extraer este «interruptor» del cerebro de una persona joven, la misma se convertiría en un ser inmortal.

Muchos niños y adultos murieron antes de tiempo cuando los médicos nazis trataron de extirpar esta zona específica del cerebro, que habían localizado en la zona del cerebelo que controla la actividad inconsciente del cerebro. El sinfín de inocentes que murieron como consecuencia de las intervenciones fueron enterrados en los bosques que rodean el orfanato, y sus nombres no constan en la documentación encontrada.

Al final, al parecer, los médicos lo lograron con una chica muy joven. Su corazón se detuvo durante la operación, pero la resucitaron mediante descargas eléctricas. Curiosamente, esto sucedió en varias ocasiones, y su corazón dejó de latir cuando dormía, aunque los médicos no tuvieron ningún problema en reanimarla y todo parecía normal, a pesar de algunos comportamientos extraños. Con lo cual, el equipo dio por válido el procedimiento y lo repitieron con otros niños obteniendo el mismo resultado.

Es en ese momento cuando aparece «Kagome Kagome» por primera vez en los documentos.

Tras las intervenciones, los niños se mostraban coherentes y eran capaces de comunicarse con los médicos con normalidad, pero después se recorrían los pasillos del orfanato con caras sonrientes y eufóricas, como si compartiesen un secreto increíble. Sin embargo, cuentan que cuando un solo niño se quedaba a solas con uno de los médicos o los cuidadores, su mirada cambiaba de inmediato a una de auténtica malicia y odio infernal. Comenzaron a escoger a varios cuidadores adultos, rodeándolos y cantando «Kagome Kagome»

Al finalizar la guerra, cuando los experimentos habían sido paralizados, muchos de los científicos y el personal que los había ayudado ya habían abandonado el orfanato por motivos que no están reflejados en los documentos. Las últimas entradas no dan ninguna pista sobre lo que ocurrió con los niños; el único testimonio es el de uno de los cuatro cuidadores que quedaban, que se marchó justo antes de que las fuerzas aliadas llegaran a la zona: describe cómo los niños se acercaron a él, muy sonrientes, y le pidieron que jugara una última partida de «Kagome Kagome». Destaca que los rostros de los niños eran tan inquietantes que se dio la vuelta y salió corriendo del edificio, sin mirar hacia atrás.

Hoy en día, el orfanato abandonado aún sigue en pie, pero los vecinos se niegan rotundamente a acercarse a él. Aseguran que los bosques colindantes al edificio están llenos de extraños tocones de árboles retorcidos con forma de cuerpos humanos. También dicen que los niños aún están vivos dentro y que no son fantasmas. Están condenados a vivir eternamente tras las intervenciones quirúrgicas de los médicos.

Algunos turistas escépticos han visitado el lugar y algunos de ellos afirman haber visto a los niños. Se les describe como niños con una apariencia relativamente normal, pero con las cicatrices de las operaciones, y con unas expresiones angelicales. Invitan a las personas que los visitan a participar en su juego, con una regla muy sencilla: si reaccionas… pierdes.

La gente que afirma haber participado en el juego con los niños dice que las miradas de los niños se volvieron horrorosas de repente, incluso adquiriendo la apariencia de monstruosidades inhumanas. Quienes lograron volver del orfanato dicen que, a pesar de pasar un miedo desmedido, se las arreglaron para no reaccionar.

Sin embargo, hay otras personas que se adentraron en la zona que nunca volvieron. Suponemos que perdieron el juego.