Victoria I de Inglaterra

La biografía de Victoria I de Inglaterra es la de una de las monarcas más fascinantes de toda la historia. Con un reinado de nada menos que 63 años y 216 días, incluso dio nombre a una época. Se trata de la victoriana, y es que el influjo de la reina traspasó los muros de palacio en muchos sentidos. Vamos a conocer a la última de la casa de Hannover que gobernó Inglaterra.

Los primeros años de Victoria del Reino Unido

La que más tarde sería conocida como «Abuela de Europa» nació en Londres en 1819. Fruto del matrimonio entre el duque de Kent y María Luisa de Sajonia-Coburgo, desde niña estuvo inmersa en el mundo de la realeza.

Esto es de vital importancia para comprender su posterior carácter, y es que la reina consideraba las diferentes coronas como algo de familia. Y no es de extrañar, ya que parientes suyos gobernaban Suecia, Dinamarca, Bélgica o diversas partes de Alemania. De esta forma, considerando en parte que los países eran las fincas de los reyes, las disputas entre ellos eran cuestiones domésticas.

Como veremos después, esto se notó en la política de matrimonios que llevó a cabo con sus 9 hijos, a los cuales repartió por toda Europa. Pero hay que centrarse en los primeros años de vida de la joven. En un principio, Victoria no estaba destinada a reinar. Eso sí, no se tardó demasiado en comprobar que era ella la que iba a ocupar el trono.

La situación fue sencilla: todos los hijos del rey Jorge III murieron a corta edad sin descendencia. Es más, algunos llegaron a reinar como fue el caso de Jorge IV y de Guillermo IV. Sin embargo, sus gobiernos fueron efímeros, por lo que en 1838 Victoria ya fue designada como reina de Inglaterra.

Los primeros años de vida de la joven hasta la adolescencia fueron los de una rica heredera de su época. Disfrutó de una educación exquisita en todos los sentidos, aunque el conservadurismo dominó en su vida privada. Es más, la vigilancia de su madre fue tan férrea que no llegó a librarse de ella hasta que la corona no se posó sobre su cabeza.

El reinado de Victoria I de Inglaterra

La primera decisión como reina de Victoria fue clara: desalojar el lecho que su madre tenía instalado en la habitación de la joven para controlarla. Esto sirvió como ejemplo de la determinación y el carácter indomable que Victoria tendría durante todos sus años de gobierno.

Pero el papel que tenía Victoria por delante era más complejo que el de dominar a su autoritaria madre. La monarquía inglesa estaba en entredicho tras los muchos escándalos de los hijos de Jorge III. Incluso había corrientes republicanas que no dudaban en atacar al trono.

Hay que recordar que Inglaterra era ya en aquella época una monarquía parlamentaria. La corona tenía su poder muy limitado en la esfera política, y es que eran las cámaras las que gobernaban el país.

Los primeros años de gobierno de la joven estuvieron dominados por un nombre propio: William Lamb. El vizconde de Melbourne, del partido liberal, era primer ministro desde mediados de los años 30 del siglo XIX. Tal era la simpatía que la reina llegó a sentir por este que, una vez que renunció al cargo, Victoria se negó a reconocer al candidato elegido. La crisis se solucionó con la vuelta de Lamb, aunque su influencia estaba a punto de declinar.

El motivo fue el enlace de la monarca. El esposo de Victoria I de Inglaterra fue su primo Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. Pese a algunos problemas iniciales, la pareja fue tremendamente feliz. Victoria tenía absoluta admiración por el príncipe, y este no tardó en hacerse el papel de rey consorte de una forma espectacular.

Ambos forjaron la edad dorada del imperio británico. Este llegó a dominar prácticamente todo el orbe, tanto que Victoria se convirtió también en Emperatriz de la India en 1877. Alberto se convirtió en el consejero de la reina, por lo que Lord Melbourne perdió todo su protagonismo.

Una esplendorosa viudez

Aunque quedarse viuda no afectó a la reina en sus funciones de gobierno, lo cierto es que fue un duro golpe. La muerte de Alberto, que ya hemos visto que fue fundamental para Victoria, se produjo en 1861.

Pese a que el golpe fue duro, lo cierto es que Victoria reaccionó rápidamente y con entereza y siguió con sus labores de gobierno. A ello le ayudó el mandato de Disraeli, político conservador que supo tratar como nadie a la poderosa reina.

Cabe recordar que la corona británico tuvo a finales del siglo XIX el dominio sobre el 24 % de las tierras del mundo, algo que no se había visto jamás. En la época victoriana, Londres se convirtió en el centro del mundo y la figura de la reina era el referente desde el punto de vista político en todo el mundo.

La muerte de la reina

El carácter asentado en el sentido común de Victoria y su porte regio elevaron su figura a leyenda. Esto fue así durante al menos los 25 últimos años de su reinado. La reina Victoria I servía como ejemplo para la forma de comportarse de toda la sociedad inglesa y en el exterior se la veía como una gran soberana.

Es más, gracias a su política de matrimonios, lo que se la veía era como la abuela de muchos de los gobiernos regios de Europa. Desde Alemania a Rusia pasando por los países nórdicos, casi todos los monarcas contaban con el parentesco de la reina. Así, el legado de Victoria I va mucho más allá de su simple figura política. Pero esta no gozó de excesivo poder dadas las limitaciones que la Inglaterra parlamentaria imponía a sus gobernantes.

Finalmente, Victoria se fue apagando lentamente hasta morir en 1901. A su espalda se encuentra un reinado solo superado por el de Isabel II, tataranieta de Victoria y que se ha inspirado en su antepasado en muchos puntos de su gobierno.