René Magritte

La biografía de René Magritte es la de uno de los grandes pintores belgas y europeos de todo el siglo XX. Inspirado por grandes maestros del surrealismo e influenciador de otros tantos, su obra, siempre ambigua y cargada de simbolismo y significado, es un punto de parada obligatorio para cualquier amante del arte, pero también de la filosofía o de cualquier forma de expresión intelectual.

La vida de René Magritte

Nacido en Lessines en 1898, la de Magritte es una de esas infancias silenciosas de las que la historia poco sabe. Muchos especialistas en su figura argumentan que en esta época no tuvo grandes sobresaltos y que el niño recorrió la rutina habitual de un joven belga de la época pasando por los centros de educación comunes para el momento.

Sin embargo, en 1912, Magritte vivirá el primer momento fundamental de su vida. En este año, su madre se suicidó arrojándose al río Sambre. El pequeño René de tan solo 14 años tuvo que estar presente para la identificación del cuerpo, un hecho que algunos autores relacionan con algunas de sus obras posteriores.

El interés oficial por la pintura comenzará poco después. Es en 1915 cuando Magritte comienza a crear sus primeras obras con una marcada influencia del impresionismo y en 1923, tras haber hecho el servicio militar y haber pasado por varios trabajos, participará en su primera exposición en el Círculo Real Artístico.

La influencia de Giorgio de Chirico le marcará profundamente en esta época y cambia por completo su estilo. Obras como La túnica de la aventura o El asesino amenazado muestran este cambio de perspectiva que comenzó a acercarlo cada vez más al surrealismo que dominaba ya el ambiente pictórico de París.

Y a esta ciudad fue a donde se trasladó Magritte en 1927 buscando contacto con las grandes figuras de este movimiento. Hablamos de personajes de la talla de Breton, Dalí o Miró, autores con los que el belga mantuvo una estrecha relación durante toda esta época.

Pero París no estaba hecho para el espíritu de René Magritte. Tras poco más de tres años en los que trabajó con las figuras que acabamos de mencionar y durante los cuales participó en exposiciones tan importantes como la de la galería Goemans en 1928, el pintor belga abandona París para escapar del ambiente polémico y competitivo que reinaba en la capital francesa.

René Magritte regresa entonces a Bélgica y ya no volverá a abandonar nunca más el país que le vio nacer. La llegada se produjo en 1930 y Magritte no moriría hasta 1967.

Durante esos casi 40 años, el pintor pasó de ser un joven prometedor que se movía en la estela del surrealismo a convertirse en una estrella indiscutible de la pintura con una personalidad que hace que cualquiera de sus cuadros sea reconocible a simple vista.

Todos estos años, en los que la tranquilidad fue la base de su vida, permitieron a René Magritte crear una obra propia. El realismo mágico se combinó en sus cuadros con un constante juego en el que la imagen pintada, la palabra y la realidad misma se oponían una y otra vez con el trasfondo del estructuralismo francés de fondo.

Magritte hace de sus cuadros una crítica a la relación que tiene la imagen pintada con la real, a lo ilusorio de las pretensiones realistas, y consigue, además, plasmar buena parte de las obsesiones que detectaba en la sociedad europea de posguerra.

A la edad de 68 años, la vida del autor llegó a su fin. A la pregunta sobre cómo murió René Magritte, la respuesta es por el progreso imparable de un cáncer de páncreas que terminó con la salud del genio belga y con la de una de las grandes figuras de la pintura europea de todos los tiempos.

Cómo era René Magritte

La biografía de René Magritte no nos dice exactamente cómo era el pintor, aunque lo cierto es que hay detalles en ella que sirven para conocerlo y comprenderlo. El mejor ejemplo es el de su escapada de los círculos intelectuales de París para huir de la polémica y de la vida de confrontación en la que vivían muchos de los pintores de la época.

Desde su juventud, René Magritte mostró un carácter apacible alejado de cualquier tipo de disputa. Además, era una persona poco dada a los excesos bohemios, algo que por entonces se daba por hecho especialmente entre los pintores surrealistas que se arremolinaban en el barrio de Montmartre.

Todo ello configuró una personalidad que llevó al autor a forjar un lenguaje pictórico propio. Si bien las influencias del surrealismo y de otras corrientes son evidentes, lo cierto es que los cuadros de Magritte sorprenden por la expresión mágica que encuentran en elementos cotidianos y por la constante crítica a la relación entre lo pintado y lo real.

La vida de Magritte, una vez de vuelta de París, demuestra su carácter tranquilo y apacible. Esta fue la vida de un belga de clase media que solo entendía el día a día a través de una sucesión de rutinas bien establecidas que fue las que mantuvo hasta el momento de su muerte.

Cuál es la obra más conocida de René Magritte

Lo cierto es que hay varias que deben ser muy tenidas en cuenta y que incluso se han convertido en imágenes icónicas representadas en multitud de formatos. Entre estas últimas se cuenta El hijo del hombre, que representa a una figura masculina con una manzana en la cara y que fue hecha en 1964.

Con todo, puede que sea el lienzo Esto no es una pipa el que haya sido más conocido en muchos círculos intelectuales. Los amantes es otra de las pinturas básicas del autor. Ambas son de 1928, por lo que puede verse que, desde sus orígenes, René Magritte tenía un inconfundible estilo propio.

En definitiva, la biografía de René Magritte muestra a un personaje clave en la pintura del siglo XX y a uno de los grandes iconos de la cultura europea.