Rasputín

Grigori Rasputín fue un monje, místico, médico y cortesano nacido en Pokróvskoie en 1869, y es uno de los personajes más importantes de la historia de Rusia. Sin su figura, entender los últimos años de la corte de Nicolás II sería imposible. Las intrigas de palacio tenían siempre como epicentro a Rasputín creando una leyenda sobre él que aún no se ha aclarado en alguno de sus puntos.

Infancia y juventud: los años antes de ser monje

La ciudad de Pokróvskoie es un lugar apartado incluso hoy. En plena Siberia, este pequeño pueblo es un lugar remoto apartado de cualquier tipo de actividad política, o de la vida social que fluye en grandes ciudades como Moscú o San Petersburgo.

Aquí fue donde nació Grigori Yefímovich Rasputín en 1869, y donde comenzó a dar muestras de un carácter nada usual que lo hizo el centro de las habladurías de la aldea. El pequeño Rasputín era un niño raro: tenía numerosos tics, y no conseguía concentrarse en nada. Además, desde su más tierna infancia era proclive a expresar profecías y visiones místicas.

Si bien sus primeros años de vida están envueltos en la bruma de la leyenda y del mito, sí que hay ciertas certezas que los expertos en historia han conseguido aclarar. Así, en 1887 se casó con Praskovia Fiódorovna Dubrovina, con quien tuvo cinco hijos, aunque dos murieron al poco de nacer. Pero cuando parecía que el niño de tendencias proféticas y raro comportamiento se había transformado en un padre de familia dispuesto a llevar una vida convencional en la Rusia de finales del siglo XIX, Rasputín comenzó a forjar su auténtica leyenda.

Solo cinco años después de casarse decidió abandonarlo todo y convertirse en monje, entrando en un monasterio. Algunos expertos apuntan a que huía de algún crimen, pero esto no ha podido ser confirmado en ningún caso.

Una vida poco monacal

La entrada de Rasputín en la vida religiosa no debe entenderse como una etapa de represión de sus pasiones e inclinaciones. Al contrario: al poco de convertirse en monje, el siberiano entraría en contacto con el grupo de Los Flagelantes. Esta secta estaba prohibida por la iglesia ortodoxa rusa por sus inclinaciones heréticas y sus prácticas, entre las cuales se incluían numerosas orgías donde Rasputín comenzó a crear una leyenda sexual. Un mito que creció de forma desmedida en los años que pasó en la corte de Nicolas II.

Estos fueron años de desenfreno, ocultos bajo el hábito de un monje peculiar. Pero todo cambió cuando Rasputín conoció a un ermitaño con el que convivió, y que le ayudó a dejar de lado el alcohol y otras prácticas. Además, sus declaraciones proféticas y el descubrimiento de unas dotes sanadoras sobrenaturales lo convirtieron rápidamente en uno de los personajes más populares de su zona, y su fama comenzó a crecer de forma desmedida.

La llegada a la corte

Alexéi Nikoláievich, el único heredero varón de Nicolás II, no era un niño normal. Y no lo era por la hemofilia que padecía, y que sus padres se habían encargado de mantener en secreto ante casi toda la corte. Pero el riesgo de muerte para el niño era real; tanto que se le limitaban los juegos con otros pequeños y siempre estaba atentamente vigilado.

Esta fue la situación que llevó a Rasputín a la corte rusa. En 1905, la desesperada zarina Alejandra no descartaba ningún método para curar a su hijo. A sus oídos llegó la historia de un monje siberiano que realizaba portentosos actos de curación, de modo que lo mandó llamar para convertirle en parte del cuerpo médico que trataba a su hijo en secreto.

Nadie sabe bien cómo, pero lo cierto es que los remedios de Rasputín hicieron que el pequeño Alexéi mejorara de su enfermedad. Lo único que hacía el Monje Loco, como ya se conocía popularmente a este personaje, era realizar sesiones de rezos e inducir al niño una especie de estado hipnótico que el resto de médicos cortesanos ni aprobaban ni comprendían.

Es fácil entender que, ante la mejoría del pequeño zarévich, la influencia de Rasputín en Alejandra y Nicolás comenzara a crecer de forma exponencial. Tanto es así que se dice que las decisiones de Nicolás II tenían que pasar antes de ser aprobadas por la mesa del monje, por lo que él era el auténtico gobernante de Rusia.

Lo que sí es cierto es que Rasputín comenzó a nombrar funcionarios de confianza, e incluso influyó en el nombramiento de primeros ministros y otros altos cargos. A los ojos del pueblo, y especialmente a los de la nobleza rusa que poblaba la corte, el Monje Loco se había convertido en un auténtico peligro.

La muerte de Rasputín

Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, las voces que clamaban contra la influencia de Rasputín en la corte alcanzaron su máximo nivel. Tanto es así que se le acusó de ser un espía alemán, algo que prueba de la tensión que existía en torno a él. A finales de diciembre de 1916, Rasputín fue invitado al palacio del príncipe Yusúpov con la excusa de conocer a la mujer de este, Irina. Sin embargo, el objetivo era asesinarlo; un plan orquestado por el propio Yusupov y varios miembros más de la nobleza, aunque algunos historiadores afirman que el servicio de inteligencia británico tuvo algo que ver.

Lo cierto es que a Rasputín se le sirvieron dulces y vino con una cantidad de cianuro suficiente como para matar a varios elefantes. Pero no murió, por lo que los conspiradores decidieron acribillarlo a balazos. La sorpresa y el terror de Yusupov se rebelarían cuando comprobaran que el monje tampoco había muerto de esta forma.

Los conspiradores lo persiguieron mientras huía del palacio y le dispararon varias veces más, una de ellas en la cabeza. Finalmente, lo ataron con cadenas y lo lanzaron al río Neva, donde apareció varios días después completamente congelado.

Según la autopsia de la época, Grigori Rasputín murió ahogado en el río, pero no por el cianuro ni por las decenas de disparos que recibió. Algo que incrementó aún más el halo de leyenda alrededor de esta figura clave para el fin de la dinastía Romanov.