Montesquieu

Charles-Louis de Secondat, el auténtico nombre del personaje más conocido como barón de Montesquieu, fue una de las grandes celebridades intelectuales de la Francia del siglo XVIII. Con una enorme vinculación con la Ilustración y con los movimientos revolucionarios del país galo, la biografía de Montesquieu nos muestra a un personaje íntimamente preocupado por la política del momento y por la búsqueda de formas de organización política que fuesen justas para todos los ciudadanos.

Nacimiento y años de formación

Cuando se pregunta quién fue Montesquieu, la respuesta que hay que dar tiene que incluir por fuerza sus orígenes, ya que estos son de lo más interesantes. Nacido en 1689 en Château de La Brède, Charles-Louis de Secondat fue miembro de una de las familias más importantes de la zona suroeste de Francia. Concretamente, su familia tenía sus orígenes en la Guyena, una región histórica a la que pertenecía el señorío de Montesquieu que nuestro protagonista heredaría con el tiempo.

Sus padres eligieron como padrino en el bautizo del niño a un mendigo. Esta anécdota no debe pasarse por alto, ya que muestra la preocupación social que existía en el ambiente del pequeño. Y es que esta elección tenía el sentido de recordar al joven noble que los pobres eran personas como todas los demás. No obstante, y pese a detalles como este, en general la formación de Montesquieu fue la propia de un joven noble que tenía destinado un papel importante en el gobierno de la región. Así, el niño se formó cerca de París en la Abadía de Juilly para trasladarse después a Burdeos, donde estudiaría derecho como mandaba la tradición familiar.

Después de este periodo de formación, el joven comenzaría con su papel en las instituciones regionales, sirviendo como consejero en el Parlamento de Burdeos. Una vez que se hizo con la herencia familiar, la presidencia de dicho parlamento recayó en sus manos durante el periodo que va de 1716 a 1727. Sin embargo, Montesquieu no se conformó ni mucho menos con este papel. Sus ambiciones intelectuales le hicieron vender el cargo, algo común en la época entre los nobles del momento, y lanzarse a recorrer toda Europa para conocer de primera mano los sistemas políticos que se estaban desarrollando en el Viejo Continente.

Los años de reflexión

Su recorrido por Europa le condujo a tomar conciencia del despotismo que se vivía en Francia, país en el que imperaba una monarquía absoluta que comenzaba a mostrar signos de agotamiento. Estos terminarían dando pie a la Revolución Francesa, que tan importante ha sido para el desarrollo de la historia mundial en siglos posteriores.

Los viajes de Montesquieu le llevaron por varios países, aunque el que marcaría el pensamiento del joven sería Inglaterra. La cuna del parlamentarismo demostró al intelectual que había formas de gobierno que se podían mantener en países civilizados garantizando el bienestar de los ciudadanos y el orden, y sin que supusieran una tiranía como sucedía con la monarquía francesa.

Inglaterra había sido capaz de combinar la corona con el gobierno del pueblo de una forma que tenía que servir como ejemplo para el resto de las naciones del entorno europeo. No hay que olvidar que en aquel momento cada país contaba con una forma distinta de llevar sus asuntos internos y sus relaciones exteriores, lo que explica la necesidad que sintió Montesquieu de emprender este viaje para conocer de cerca cómo se articulaban las sociedades vecinas.

Qué hizo Montesquieu

Lo que el barón de Montesquieu hizo con todo lo aprendido fue dar forma a una obra teórica que influyó sobremanera en todo el contexto de la Revolución Francesa y en el de otros muchos países. Las ideas del autor se difundieron incluso por América Latina, sirviendo como inspiración para la independencia de numerosos países durante el siglo XIX.

En su obra, Montesquieu contraponía el despotismo, que identificaba con el gobierno francés de Luis XV, con la república, de la cual tenía una imagen idealizada basada en la antigua Roma. Para este intelectual, el despotismo se basaba en el temor de los súbditos mientras que la república descansaba en la virtud de los ciudadanos que eran capaces de desarrollar un pensamiento racional. Esto los conduciría a gobernarse por sí mismos a través de las instituciones que darían forma a democracias como la inglesa.

Todo esto es lo que se plasmó en su obra de referencia, El espíritu de las leyes, uno de los títulos más importantes de la historia del pensamiento en Francia. Publicada en 1747, este ensayo desarrolla una teoría sociológica que une las formas de gobierno y las disposiciones legales mostrando que ambas cosas dependen de las condiciones materiales de existencia de un país concreto.

De esta forma, las condiciones económicas en las que vive el pueblo deben ser tenidas en cuenta para el desarrollo de un sistema de gobierno justo. Asimismo, Montesquieu defendió la existencia de la libertad basada en la separación de poderes, algo que procedía de la obra de autores ingleses como el mismo John Locke.

La muerte de Montesquieu

Tras una vida que lo convirtió en una de las estrellas intelectuales de la Francia del siglo XVIII, y dejando tras de sí tres hijos de su matrimonio con Jeanne de Lartigue, con quien se casó en 1715, Montesquieu fue perdiendo paulatinamente la vista hasta quedar ciego en sus últimos días. Sin embargo, lo que le arrancaría la vida fueron unas fiebres que terminarían con él el 10 de febrero de 1755. Al día siguiente, Montesquieu fue enterrado en la parisina iglesia de Saint-Sulpice recibiendo los honores propios de uno de los pensadores más importantes de su época.

Hoy en día, la biografía de Montesquieu y sus ideas son de obligado conocimiento para entender el periodo en el que se formó buena parte de las bases políticas que aún reconocemos como fundamentales en los estados de derecho. Entre ellas, la división de poderes y el imperio de la ley por encima de las tutelas despóticas que las monarquías absolutas imponían en su momento en toda Europa.