Henry Ford

La biografía de Henry Ford muestra un personaje con una personalidad capaz de crear un estilo de trabajo que cambió para siempre el desarrollo industrial. Un empresario estadounidense nacido en la última mitad del siglo XIX, esencial para entender la historia de los automóviles en todo el mundo.

La niñez y juventud de Henry Ford

La infancia de quien fue el fundador de Ford discurrió dentro de la normalidad. Nació en 1863 en una granja de un pueblo de Detroit (Estados Unidos) de una familia bastante humilde. En 1873 vio por primera vez un motor, alimentado por vapor, y quedó completamente fascinado.

El futuro empresario admitiría después que fue este el momento en el que se descubrió a sí mismo como ingeniero. Con solo 10 años pasó todo un año aprendiendo a manejar la máquina que sus vecinos usaban para las tareas agrícolas.

Sin embargo, en su propia casa no disponía de grandes motores. Un hecho que para nada frenó sus empeños. Así, Henry experimentó en sus primeros años con relojes, llegando a alcanzar fama por sus reparaciones y su ingenio.

Ya en 1879 dejaría la casa paterna y los pequeños experimentos que allí hacía y se mudó a Detroit. Allí empezó a trabajar como maquinista en varias empresas de la que, por aquel entonces, era una industria floreciente en la ciudad.

El momento clave en su vida en estos primeros años se produjo en 1891. Fue entonces cuando lo contrataron en la compañía Edison como ingeniero. En tan solo dos años se convirtió en el ingeniero jefe de la plantilla. Un puesto que le permitió acumular el dinero necesario para emprender sus propios proyectos.

En 1896 Henry presentó su primer vehículo autopropulsado. Fue este momento el comienzo de la historia que terminaría en los automóviles Ford, que hoy son conocidos en todo el mundo.

 

En busca del éxito

Durante los siguientes años emprendería una serie de retos empresariales pero todos fracasaron. Uno de los motivos es que Ford estaba más preocupado de perfeccionar sus prototipos que de venderlos.

De esta forma, los inversores terminaban por abandonar las empresas del talentoso ingeniero. Este tenía buenas ideas, pero no terminaba de materializarlas económicamente.

No sería hasta 1903 cuando daría por fin con el éxito. En ese año fundó la Ford Motor Company con una idea muy sencilla: diseñar vehículos accesibles para todas las familias medias americanas.

No hay que perder de vista que hasta entonces el coche era un artículo de lujo, con unos costes prohibitivos para la inmensa mayoría. La automoción estaba solo al principio de su historia, y muchos veían los primeros automóviles como caprichos solo al alcance de los más ricos.

Pero Henry Ford tenía otra idea muy diferente que se plasmó en el modelo T. Muy sencillo en todos los sentidos, pero fiable y, lo más importante, accesible económicamente para todas las familias de clase media.

La aparición del Ford T supuso un impacto tal que que se puede afirmar que es una de las grandes revoluciones de la humanidad. Por primera vez, un medio de transporte mecánico se podía adquirir a buen precio y en masa. Sin duda, la base de buena parte de la historia del siglo XX. Y es que sin el coche no podríamos entender el mundo actual.

 

El fordismo

Pero, ¿cómo consiguió lanzar su modelo T con un precio económico y produciéndolo en masa? La idea la tomó de los mataderos de Detroit y fue fundamental para aprovechar algo que había en exceso en los Estados Unidos de principios del siglo XX: mano de obra sin cualificación.

En los mataderos, cada miembro se encargaba de una parte del despiece, creando una cadena perfectamente organizada. Una idea que, Henry, acabaría trasladando a una fábrica de vehículos. De esta forma, los coches empezaron a producirse por piezas y comenzaron a montarse en una cadena en la que los operarios solo tendrían que saber hacer la parte que les correspondiese.

De esta manera se eliminaba la necesidad de formar en varias disciplinas a los técnicos encargados del montaje de los vehículos. Los costes y tiempos de formación se redujeron drásticamente, por lo que el precio del coche, en este caso el Ford T, pudo ser mucho menor.

Además, las largas cadenas de producción revelaron otra ventaja: el trabajo se hacía de forma mucho más rápida. Por tanto, era posible crear grandes cantidades de modelos del Ford T con unos costes mucho más reducidos.

Nace así la cadena de producción que define por completo al fordismo. Esta idea se extendería por todo el mundo y dominaría la industria hasta el último tercio del siglo XX.

 

Los últimos años de Ford

El modelo T supuso el éxito completo del modelo de negocio de Henry Ford y lo que vino después no hizo más que afianzarlo en la industria. Tanto es así que Ford Motor Company se convirtió en una de las empresas más importantes de Estados Unidos y del mundo, lugar del que no se ha movido todavía.

Antes de fallecer en 1947, Ford se dedicó a proseguir con sus experimentos, acumulando más de 160 patentes con su firma. También participó activamente en diferentes campañas políticas, ya que el éxito empresarial lo convirtió en una de las grandes personalidades del país.

A todo ello se unió la creación de la Fundación Ford. Esta entidad fue la que recibió la enorme fortuna que había acumulado durante toda su vida con el encargo de asegurar el bienestar de la gente a través de diferentes campañas que dieron acceso a pequeñas porciones de la empresa a muchos trabajadores.

Aún con ello, el objetivo de Henry fue mantener la Ford Motor Company bajo el control de su familia. Y lo consiguió, ya que aún hoy, cuando la compañía es una de las mayores multinacionales, sigue contando con un Ford en su dirección.

En definitiva, la biografía de Henry Ford es clave para entender el mundo actual. Su apuesta por el automóvil producido en masa y por dar acceso a este bien a todas las familias medias supuso una revolución en el consumo que se ha mantenido durante todo el siglo XX y el XXI.