Helena Ivanovna Diakonova: Gala Dalí

Cuando se habla de surrealismo, es imposible no mencionar a Salvador Dalí. Sin embargo, al hablar del artista es preciso no olvidarse de su musa: Gala. Su nombre original era Helena Ivanovna Diakonova; nació en Kazán, Rusia, en 1894, y murió en Portlligat, Girona, en 1982. ¿Qué relación tuvo con el genio español del surrealismo?

¿Quién fue Gala?

Gala era hija de Iván Diákonov, funcionario de Moscú y de Antonina Deulina. Su padre murió pronto, y su madre volvió a casarse con Dimitri Illitch Gomberg, un reconocido abogado moscovita que tendría un gran impacto en la joven. Su estancia en Kazán se caracterizó por vivir rodeada de intelectuales y literatos. La propia Antonia, que pertenecía a la aristocracia, era una amante de los libros.

Creció leyendo a los clásicos de la literatura rusa y fue una estudiante aplicada en instituto femenino M. G. Brukhonenko. En aquellos tiempos profesó una temprana pasión por la poesía y cuando ella contaba con 12 años, su padre no dejaba de relatarle cuentos de la tradición rusa que la sorprendían.

A los 19 enfermó de tuberculosis y su familia la envió al sanatorio suizo de Clavadel, donde se sintió como en casa y pudo conocer a diferentes poetas de todo el mundo. Este fue el caso del brasileño Manuel Bandeira o de Paul-Eugène Grindel, quien unos años más tarde, en 1919, se convertiría en un reputado poeta del surrealismo y pasaría a llamarse Paul Éluard. Sin embargo ambos se casaron antes de llegar a esta fecha, en 1917.

El matrimonio terminó por mudarse a París, donde Gala entraría en contacto con el potente movimiento surrealista de la ciudad. Sería la musa del poeta, y pronto destacaría como uno de los miembros más dinámicos del círculo. Su aire misterioso, su inteligencia y creatividad atraerían a todo tipo de artistas, que no podían escapar a sus encantos.

Bajo el seudónimo de Reine de Paleùglnn, escribió el prólogo de una obra de Paul (Dialogue des inutiles). Este fue el primer texto publicado que se atribuye a ella. La pareja tuvo una hija, Cécile, y ambos trabajaron juntos en diferentes obras, así como en la traducción de textos de otros artistas. En 1919 se adentraron en el círculo intelectual parisino, que cautivó a la pareja y convertiría a Gala en la inspiración de otros muchos poetas.

La entrada de Dalí en la vida de Gala

Este círculo parisino de artistas atraía a talentos de todas partes de Europa. De hecho, Gala ya conocía al genio español, pero su relación no comenzaría hasta el verano de 1929, en una visita que realizó con su marido a Cadaqués. Habían viajado allí expresamente para visitar a Salvador Dalí, y ella no pudo escapar al hechizo del joven artista de modales enloquecidos y rasgos atrayentes.

En él veía una inspiración creadora, que comenzaba a nacer en ella y que no dejaba de apremiarla, y el amor surgió casi al instante. Ese fue el momento en el que la vida de ambos se unió, y se mantendría así hasta la muerte de Gala.

Paul Éluard y Gala terminaron por separarse. Él se casó con Maria Benz, otra musa del surrealismo, en 1934, y ella hizo lo mismo con Dalí en 1932. No obstante, no sería hasta agosto de 1958 cuando contrajeran matrimonio católico en el Santuario de la Mare de Déu dels Àngels en Gerona.

Gala sería la gran musa del artista español, quien la vería como su salvación de la locura y de una muerte prematura. Más allá de servir como inspiración, logró poner en orden la vida de Dalí, quien se caracterizaba por su inseguridad y por una forma de actuar completamente extravagante. Además se convirtió en su agente e intermediaria.

Esta actividad provocaría todo tipo de acusaciones, como la de ser una mujer demasiado materialista, o estar aprovechándose del genio surrealista. La pareja tuvo que emigrar a los Estados Unidos a principios de los años 40, cuando el ejército nazi se hizo con Francia. Gala colaboró en numerosas obras del pintor catalán, algunas de las cuales llegó a protagonizar.

Su vida de pareja

Gala y Dalí permanecieron en Estados Unidos durante ocho años. A su vuelta del exilio la pareja pasaría la primavera y el verano en Portlligat, y el invierno a caballo entre Nueva York y París. En este tiempo Dalí pintó diversos cuadros de su musa, quien tuvo diferentes aventuras extramaritales. El genio las permitía sin mayores problemas, ya que sentía morbo por el candaulismo: una parafilia que le llevaba a excitarse al ver a Gala con otros hombres. Gracias a esta particularidad de su relación, ella pudo actuar como mecenas de diferentes jóvenes artistas a quienes ayudaba a lanzar su carrera o a los que hacía caros regalos.

En 1968 Salvador compró el castillo de Púbol para su musa ya que esta soñaba con vivir en uno. Lo habitó desde 1971 hasta 1980 durante los veranos. Estableció que solo se podía acceder allí mediante invitación privada. Así, Gala encontró allí un lugar al que podía retirarse, disfrutando de momentos de tranquilidad para desarrollar su propio estilo artístico.

Pese a que las infidelidades de Gala estuvieran permitidas, con el tiempo suscitaron en Salvador la inquietud de que podía perderla. A raíz de esto la relación se tornó problemática y llegó a estar al borde de la ruptura. De hecho, estas complicaciones fueron las que llevaron a Gala a impedir su entrada al castillo de Púbol sin su permiso por escrito.

La salud de la musa siempre fue frágil, y en 1982 su vida llegó a su fin. Falleció en su casa de Portlligat, aunque fue trasladada rápidamente a su castillo. Allí se certificó su muerte y fue enterrada en la cripta diseñada para albergar su cuerpo y el del propio Dalí. Aunque los restos del artista no acabarían allí.

Entonces, ¿quién fue Gala? Lo cierto es que consiguió ser mucho más que la musa de dos de los grandes genios del surrealismo. Su cultura e inteligencia sirvieron de inspiración, pero también de motor. Quizá Dalí nunca hubiera llegado a desarrollarse plenamente a nivel artístico sin ella; por eso acabó por incluirla en la firma de algunas de sus obras.