Wrestlers en el cine

Qué bonitas aquellas mañanas de sábado y domingo cuando una generación de preadolescentes (y algunos entrados ya en años) pasaban el rato después del desayuno viendo la televisión –concretamente en la recién nacida televisión privada. Hablamos de principios de los 90, los tiempos de Heidi y La abeja Maya ya habían pasado y tocaba afrontar nuevos retos de ficción. Porque, claro, si hablamos de que el mítico programa Pressing Catch capturaba un tipo de competición, oops, qué desliz. Aunque cierto es que nosotros No lo sabíamos.

De esa manera, conocimos que existía un «deporte» llamado wrestling, una variante de la lucha libre, donde el reglamento era tan laxo como el código de vestimenta: cuantos más colores, cuanto más extravagante, mucho mejor. Y, ojo, no se trataba de ningún ritual de cortejo animal; solo era una parte más de la puesta en escena de estos combates donde había héroes y villanos, afrentas que saldar y cinturones que condecoraban a los mejores de Estados Unidos, del continente norteamericano, del mundo. Aquellos representantes del agonismo que no merecían la consideración de Pierre de Coubertin, eran la representación de la masculinidad más rancia pero sin embargo muchos de ellos, los mejores, tenían carisma, desarrollados en tics y rituales que los convertían en archiconocidos dentro de la cultura popular. Hulk Hogan, The Ultimate Warrior, The Undertaker… fueron iconos de los 90; algunos también del siglo XXI que, como buenos paradigmas, se expandieron a otros formatos, entre ellos el cine. Darren Aronofsky retrató la parte más compleja de ese mundo en la magnífica The Wrestler (2008), protagonizada por el nominado al Oscar por este papel Mickey Rourke. Con nostalgia, preferimos la ignorancia y atestiguar que todo lo que vimos en los 90, en realidad, era muy real. Tanto o más que ver a estos ídolos en la pantalla haciendo de sí mismos.

A continuación, les presentamos a nuestros luchadores favoritos que visitaron alguna vez el universo fílmico.

André el gigante

Como muchos de sus homólogos, la vida de este afable (al menos en la ficción) luchador fue bastante corta: murió a los 46 años en París. Siempre lo recordaremos como uno de los grandes secundarios de una de películas que habitan nuestro corazón: La princesa prometida de Rob Reiner (1987). Su enorme estatura, 2,24, le convirtieron en una celebridad.

John Cena

Es la aportación contemporánea al cine del wrestling. Lo hemos visto en todo tipo de películas: bélicas, fantásticas, comedias familiares y cintas de acción. Ahora mismo, es una de las sensaciones de la serie The Peacemaker. Y este año lo veremos en el thriller de espionaje de Matthew Vaughn titulado Argylle, protagonizado por Henry Cavill, Sam Rockwell, Bryce Dallas Howard, Bryan Cranston, Catherine O’Hara, Samuel L. Jackson y Dua Lipa –no sabemos qué pensar de este batiburrillo.

Dwayne «The Rock» Johnson

Puente entre los clásicos de los 90 y los luchadores del nuevo milenio. Lo vimos en el cine por primera vez como El rey Escorpión, en el spin-off homónimo de La momia. Desde entonces, ha labrado una gran carrera, hasta el punto de convertirse en uno de los actores mejores pagados de Hollywood. Siempre con papeles de héroe con vis cómica y también de enorme preponderancia física. El año pasado protagonizó Jungle Cruise, una de las sorpresas dentro del espectro comercial del extraño 2021.

Dave Bautista

El físico, con lógica, marca el tipo de personajes de estos actores. Y Batista no lo es menos. Lo vimos el año pasado como uno de los esbirros Harkonnen en Dune, pero también hemos presenciado su lado más tierno –si se puede emplear ese término— en blockbusters como Blade Runner 2049 o Guardianes de la Galaxia. Algo nos dice que probablemente estemos ante el actor con más posibilidades interpretativas de entre todos los wrestlers que decidieron saltar del ring a las salas de cine.

Pd: nuestro luchador preferido era –un pretérito imperfecto que busca encubrir el tiempo que se consumió del todo— British Bulldog.

El antepenúltimo mohicano

@eamcinema | Park City, Utah.

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