Vincent Cassel: la estrella silenciosa

En la columna que publicamos ayer, hablábamos, dentro la importancia que tiene el tándem compuesto por Olivier Nakache y Éric Toledano dentro del cine francés actual, en su parte final, de un actor como Vincent Cassel, uno de los estandartes del cine europeo durante las últimas tres décadas. Un actor con una impresionante presencia que, claro está, ha sido reclamado por Hollywood en numerosas ocasiones. Nacido en París en 1966, debutó como secundario en Las cigüeñas hacen lo que les da la gana (Les cigognes n’en font qu’à leur tête, Didier Kaminka, 1989).

Fue su amigo Mathieu Kassovitz el que le dio su primer papel relevante en Métisse (1993). En su siguiente colaboración, El odio (La haine, 1993), ambos firmaron uno de los clásicos del cine francés contemporáneo. Una película que ejerce de manual de recursos de este intérprete parisino: tipo rudo, ambiguo, que no duda en usar la violencia física si es necesario. El rostro de Cassel impone. Es el de un villano de canon; el de un tipo que roza el desequilibrio. A lo largo de su carrera ha explotado todos estos preceptos pero también ha sorprendido cuando ha sido pertinente.

Es uno de los grandes y lo es por su labor en los filmes que presentamos.

El pacto de los lobos, 2001

Nunca nos cansaremos de recomendar esta magnífica película, encuadrada en el auge del fantastique galo que arribó en las taquillas de medio mundo al comienzo del nuevo milenio. La segunda película de Christophe Gans nos traslada a una leyenda que tiene una parte de relato real: hablamos de la bestia de Gévaudan, un críptido con forma y fauces de lobo que asoló una pequeña villa boscosa del interior de Francia. Según los datos oficiales, cercenó la vida de 113 personas. El filme narra la llegada de unos cazadores que buscarán poner final a esta matanza. Cassel, como era de esperar, da vida a un noble poco preocupado por la salud de sus conciudadanos. La película, que funcionó muy bien en la taquilla española, fue la carta de presentación oficiosa en nuestro país para este actorazo.

Irreversible, 2002

Dentro de ese estigma de complejidad que ha caracterizado a todos sus roles, este, dirigido por el siempre polémico Gaspar Noé, es el que se lleva la palma, y no precisamente la de Cannes. Irreversible supuso un impacto mediático que provocó numerosos debates por la explicitud de sus escenas –entre ellas la de una violación. En este filme, además, Cassel conoció a la que sería su esposa durante dos décadas, Monica Bellucci.

Cisne negro, 2010

Dentro de su participación en filmes estadounidenses, nos quedamos con su papel en la magnífica película de Darren Aronofsky, nominada al Oscar en 2011. En ella da vida al exigente mentor de la bailarina protagonista, encarnada brillantemente por Natalie Portman. Un rol en el que, como en las anteriores películas, explota al máximo una mirada extrema, casi inhumana. Eso sí, todo hay que decirlo, más allá del set esa mirada se vuelve cercana, compasiva y educada. La de una gigante de la interpretación.

El antepenúltimo mohicano

Twitter: @eamcinema | Park City, Utah.

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