¿Por qué no hay que perderse La mujer de la montaña?

Justo hace cuatro años se proyectaba en Cannes, dentro de la Quincena de Realizadores, La mujer de la montaña, un filme que llamaba de antemano nuestra atención. Primero, por su nacionalidad. A sabiendas que estaba marcada como una comedia, nos interesaba cómo evolucionaba este género dentro de la nueva ola de cine islandés, que ha llegado en el último lustro en el circuito de festivales. Segundo, por su director Benedikt Erlingsson, el cual con su debut consiguió el premio Nuevos Directores del Festival de San Sebastián; y, tercero, porque era una película de clara vocación popular. Lo demostraba el que llegara a territorio francés con distribución española cerrada. Tres razones que se subrayaron con el último fundido a negro del filme, ya que, teníamos claro que estábamos ante un nuevo cambio de rumbo dentro del cine del país isleño, en el que la mujer tomaba el relevo en las clásicas historias de incomunicación inherentes a su cinematografía. Lo hacía, además, aportando interesantes dosis de humor, con la aparición de un personaje presentado en el primer filme de Erlingsson, De caballos y hombres (2013) y el uso de la música diegética, con orquesta visible incluida.

Una propuesta muy agradable, con ese punto de originalidad que la hacía destacar en un panorama bastante encorsetado. Su paso por las taquillas y pequeños festivales fue bueno; también lo fue su cierre del año, con la nominación al EFA a mejor actriz para la estupenda Halldóra Geirharðsdóttir. Deseando estamos de conocer más sobre el nuevo proyecto de este joven director.

A continuación, les presentamos las grandes razones para ver La mujer de la montaña.

Una comedia dentro la gran ola del cine islandés

Todo hay que decirlo. Puede que para salvar obstáculos o elegir buenos libros sean los mejores, pero sobre montar una fiesta los islandeses andan algo flojos. Al menos en materia directoral, ya que la mayoría de filmes de esta gran ola del país nórdico son dramas existencialistas que dibujan los estadios de deriva de o bien adolescentes, o bien personas que ven cercana la senectud. Pocas comedias con peso se han facturado en Islandia, teniendo a Hafsteinn Gunnar Sigurðsson como su principal exponente. Ya en su primera película, Erlingsson añadía pequeñas gotas cómicas para relatarnos la cotidianidad de una zona rural en la que la mejor manera de moverse era sobre los lomos de un distintivo caballo islandés. Como añadido, dentro de una narrativa elegante y sutil, Erlingsson apuesta por la aparición de un personaje que se repite en sendos filmes, protagonizado por Juan Camilo Roman Estrada. Un peregrino que monta una bicicleta sobre el que se descargarán las tensiones que sufren los protagonistas de los respectivos filmes.

Está dirigida por Benedikt Erlingsson

Aunque su apellido no suene demasiado a nivel comercial, hay que decir que ha logrado algo bastante complicado: estrenar sus dos primeras películas en nuestro país. Se añade a otros cineastas locales como Dagur Kári, Baltazar Kormákur, Rúnar Rúnarsson o Grímur Hakonarson, que representan el gran momento del cine islandés. Y no solo hablamos de premios o presentaciones en grandes festivales, sino también de que lideran propuestas que siempre tienen al público presente, con corazón humanista y resolución normalmente moralista. En estos momentos, el joven realizador está concentrado en el serial Verbúðin (2021-).

Feminismo y ecologismos

La mujer de la montaña abrió la veda de dos temáticas recurrentes dentro del cine islandés: el peso de la mujer en una sociedad machista, marcada por las profundas taras comunicativas. En cierta manera, la evolución de Halla (Geirharðsdóttir), es un relato de emancipación, ya que debe cuestionarse el cómo sanar las heridas de un pasado lleno de dolor por no haber sido madre. Además, también se presta atención a la coyuntura ecológica de Islandia, que parece dejar paso una explotación exacerbada por parte de grandes empresas foráneas. Por suerte, queda una rebelde en pie.

El antepenúltimo mohicano

@eamcinema | Park City, Utah.

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