Las esenciales de John Wayne

El espectacular zoom-in que descubría a su personaje en La diligencia es historia viva del cine. Pero también forma parte de nuestra experiencia como espectadores –sobre todo de generaciones no-millennial—. Ante una presentación, firmada, claro está, por uno de los grandes de todos los tiempos como John Ford, conocemos de primera mano lo que significa el carisma; también el magnetismo. A partir de ese instante, no podemos dejar de mirar a este hombre de alta envergadura y camino pesado. Y más cuando sabemos que estamos ante uno de los grandes mitos de este arte.

John Wayne, además, significa épica y agonismo. Sus personajes, generalmente, han sido antihéroes o héroes inesperados que tuvieron que salir de su zona de confort, la soledad, para intentar que el mundo fuera más equilibrado. Y más en un tiempo, hablamos del Western, en el que masculinidad era algo más que un modus vivendi, también era la única forma de prevalecer entre violencia e inmisericordia. Wayne, además, sabía imprimir a sus roles ese punto de levedad que transmitía cercanía. Era el hombre que nunca estuvo allí pero, a su vez, era el dueño de una huella perdurable. Saber quién era antes de ver La diligencia no nos libra de quedar impactados por su aparición. Si tuviéramos que cruzar territorio indio dentro de una diligencia y nos dieran a elegir quién podría ser nuestro acompañante, sabríamos con rotundidad la respuesta.

Mucho más complicado es seleccionar sus mejores películas, ya que probablemente pondríamos cuatro decenas. Decir de antemano, que nos apasiona su interpretación en un Western de serie B: Ataque al carro blindado (Burt Kennedy, 1967), junto a Kirk Douglas. La química cómica entre ambos es insuperable.

La diligencia, 1939

Fue la película que le encumbró y lo convirtió en una celebridad. También reveló una constante: sería un proscrito para los premios de la Academia. El filme de Jon Ford consiguió siete nominaciones pero ninguna fue para Wayne. Su primera candidatura tardó en llegar, once años –con el bélico Arenas de Iwo Jima (1950)—, su primera estatuilla tardó treinta, con su papel en Valor de ley (1970). Sobre su rol en La diligencia, todo está dicho, gracias a él todos quisimos alguna ver ser Wayne.

El hombre tranquilo, 1952

Ya con una candidatura al Oscar como bagaje de prestigio, Wayne demostraba en esta obra capital de John Ford que era algo más que un actor físico; era un actorazo, capaz de hacernos creer que el exboxeador llamado Sean Thorton era tan vehemente como tierno. Aunque, en realidad, era una tipología de personaje muy recurrente en su filmografía. Un personaje con ambigüedades y contradicciones que, en este caso, deberá conquistar el corazón de la horma de su zapato, una Mary Kate Danaher encarnada por una magnífica Maureen O’Hara.

Centauros del desierto, 1956

Recordamos la última proyección en pantalla grande de esta obra maestra en la edición de hace un lustro del Festival de Karlovy Vary. En el archiconocido último plano del filme, las lágrimas brotaban. Y no solo por el aire crepuscular de esta bellísima obra, que, en cierta manera, ejerce como despedida de un estilo de actor ya extinto. También como nueva constatación de la grandeza de este icono. Centauros del desierto es una película que hay que ver, al menos, una vez al año. No existen apuestas más seguras.

El hombre que mató a Liberty Valance, 2017

Y si antes hablábamos de la ambigüedad, de esa antiheroicidad de muchos de sus personajes, este es el paradigma en este western canónico pero, a la vez, un relato sobre la camaradería y un drama romántico. Al igual que la anterior, es uno de esos filmes que ganan con cada visionado. Otra masterpiece que reunía a los dos más grandes: Stewart y Wayne, junto a John Ford, el mejor director de la historia.

El antepenúltimo mohicano

@eamcinema | Park City, Utah.

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