Las esenciales de Anita Ekberg

Cerramos esta trilogía oficiosa y casual sobre iconos europeos del séptimo arte –con Anna Karina y Brigitte Bardot—, con Anita Ekberg, aprovechando el aniversario de nacimiento. Ekberg fue una actriz sueca nacida en Malmö en 1931. Desarrolló casi toda su carrera en Italia, a la que llegó siendo una de las modelos más reputadas de la época –con los cánones físicos imperantes en aquel momento— y también una promesa con cierto bagaje en Estados Unidos. Su explosión llegó con su participación, icónica, en La dolce vita (1960) de Federico Fellini, en la compartía planos con Marcello Mastroiani. A partir de ahí, se erigió en una estrella. El filme de Fellini le abrió las puertas a trabajar con grandes maestros del cine italiano y también a conseguir mejores papeles más allá del Atlántico.

Dejando a un lado las miradas, su carrera siempre estuvo marcada por su físico. Y cuando la juventud se evaporaba comenzó a desaparecer de la primera línea a la misma velocidad. Como le sucedía a Bardot, no tenía a la crítica de su lado y eso le fue pasando factura con el paso de los años; hasta que se gestó un retiro no deseado. Entonces Ekberg se convirtió en un objetivo de los paparazzi para luego desaparecer y llevar una vida mundana, marcada por la enfermedad y los problemas económicos. De esta forma llegó su deceso, reverso de una vida que tuvo su momento culmen en la Fontana di Trevi.

Callejón sangriento, William A. Wellman, 1955

Película menor de William A. Wellman que tenía un reparto de auténtico lujo, encabezado por John Wayne y Lauren Bacall. Ekberg tenía un papel secundario pero interesante, algo que le procuró buenas críticas e, incluso, reconocimiento, con un Globo de Oro a la nueva promesa femenina. El filme se abraza a la herencia del espíritu de posguerra para contarnos la historia de un capitán de barco estadounidense que ayuda a los ciudadanos hongkoneses a abandonar China y volver a su tierra natal.

Regreso de la eternidad, John Farrow, 1956

Clásico de aventuras de perfil bajo dirigido por John Farrow y protagonizado por Robert Ryan, Rod Steiger y Anita Ekberg. Su argumento fue bastante recurrente en la época: un aterrizaje forzoso en una selva, varios supervivientes, búsqueda de ayuda exterior y la presencia de unos nativos con ansia antropófaga. La actriz sueca daba vida a una proscrita con trazas de femme fatale.

La dolce vita, Federico Fellini, 1960

Su baño en la Fontana di Trevi romana es una de las escenas más bonitas y recordadas de la historia del cine. Sus movimientos elegantes, cargados de erotismo, no solo embelesaron a Mastroianni, sino también a una generación de cinéfilos y cinéfilas. Ekberg era pura carnalidad. Y en este filme se hace con el plano con un chasquido de dedos. Fue su papel más memorable, también fue el comienzo de su caída. También una constante en este arte.

Entrevista, Federico Fellini, 1987

Fellini la rescató del ostracismo para coprotagonizar una de sus últimas películas. En ella aparecía junto a intérpretes clave para el realizador transalpino: Sergio Rubini, Marcello Mastroianni, Antonio Cantafora y Antonella Ponziani. Un filme que narra el rodaje de una película: la creación, la inspiración, las tensiones y las relaciones en un set de rodaje. La actriz de Malmö aparece irreconocible, sin embargo lo hace demostrando carisma y una vis lúdica que no desveló en su momento de auge. Una pena que no se prodigara más.

El antepenúltimo mohicano

Twitter: @eamcinema | Park City, Utah.

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