Grandes familias del cine italiano

Oh, la famiglia. El centro de la ficción italiana; una unión que trasciende la sangre. Una familia transalpina es un pacto, un cheque en blanco y también una maldición por momentos. Al menos, no nos pongamos más dramáticos, en la narrativa ítalo-estadounidense que hemos conocido como cinéfilos. Mucho tiene que ver que el cine se ha centrado principalmente en la adaptación de los migrantes italianos que llegaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX. En cómo introdujeron su propio modus laborandi basado en la picaresca y, por qué no, también en la violencia.

Conocimos un Al Capone con unos importantes valores personales, que incluían a su linaje. La mafia italiana, en su imagen romantizada, posee unos códigos de conducta con espacio para el honor. Por ejemplo, el momento de la comida es primordial. Salvo excepciones desesperadas se produce un hiato en su actividad. Lo mismo ocurre con las reuniones de un clan familiar. La familia equivale a respeto. En su foro interno también existe un códice y el mayor pecado es la traición. Algo que veremos en una de las traslaciones míticas del núcleo familiar a la gran pantalla con la trilogía de El Padrino.

Pero no todo es crimen en las familias italianas llevadas al cine. También es humor, conversación; paciencia y misericordia; desavenencia y redención; también comprensión y afecto. Lo vemos en el cine de contemporáneos como Luca Guadagnino –incluso en familias no plenamente italianas como sucede en Call me by your name—, Valeria Bruni Tedeschi, Paolo Sorrentino o Paolo Virzì; pero también en clásicos firmados por Luchino Visconti, Federico Fellini o Giuseppe Tornatore. La familia es en ocasiones una cárcel pero también un refugio, y el cine italiano ha sabido plasmarlo como pocos.

A continuación, sus mejores representantes:

Los Corleone

Vitto, Sonny, Michael, Vincent Mancini, Fredo… Nombres muy reconocibles ligados a un apellido inquebrantable. Mario Puzo les dio forma y vida; Francis Ford Coppola rostro y gesto. El de Marlon Brando, el de James Caan, el de Al Pacino, el de Andy García y el de John Cazale. Todos auténticos genios de la interpretación, que hicieron suyos unos personajes repletos de aristas. Por méritos propios, la trilogía de El Padrino es una de las grandes sagas de la historia del cine. Sus protagonistas son mitos que en la época de la nostalgia que vivimos no dejan de emerger fruto de su universalismo.

Los Sermonti

De un perfil más bajo, más cercano, es el de la familia Sermonti. Un matrimonio y dos hijos que bien pudieran ser nuestros vecinos, nuestros amigos. Una familia que deberá reconstruirse a través del duelo, tras la pérdida de uno de sus integrantes. La habitación del hijo es una de las grandes películas de Nanni Moretti, un cineasta que ha sabido plasmar la idiosincrasia de la familia romana por excelencia. Esta obra, capital, es profundamente humanista, que nos habla de todo lo que nos importa y, también, de lo que más duele.

Los Schisa

Nos acercamos a nuestro presente con la última película de Paolo Sorrentino, Fue la mano de Dios (2021). La familia sorrentiniana es como su propio cine: excesiva, estrambótica, cruel por momentos y cercana en esencia. Lo miembros del clan Schisa son la inspiración para el que será un futuro cineasta, como lo fue para el propio director napolitano. No es su mejor película y, aun con ello, es un gran filme. Pocos autores pueden decir eso.

El antepenúltimo mohicano

Twitter: @eamcinema | Park City, Utah.

Más en el blog: Recordando a Roy Scheider