Comprendiendo a Claude Miller, el genio del cine francés

Claude Miller fue uno de esos directores de cine franceses que, para el gran público, pasó relativamente desapercibido. Sin embargo, dejó tras de sí una obra que, hoy en día, está considerada como de culto. Sobre ella queremos poner el foco aquí para comprenderla y darle el valor que realmente merece.

¿Quién fue Claude Miller?

Claude Miller nació el 20 de febrero de 1942 en el XVIII Distrito de París dentro del seno de una familia laica de raíces judías. Pasó sus primeros en la localidad de Montreuil hasta que, con 20 años, logró ingresar en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía (IDHEC).

Esta institución, creada por Marcel L’Herbier, estaba considerada como la más importante del país en aquella época. A un nivel similar al de la Universidad de París, en la cual estudiaron grandes filósofos como Michel Foucault.

Llevó a cabo sus prácticas de fin de carrera en la película de Marcel Carné Tres habitaciones en Manhattan, en la cual empezó a apuntar maneras. De hecho, a pesar de realizar una pausa en su carrera para realizar el servicio militar, nunca le faltó el trabajo.

Por ejemplo, entre 1968 y 1975 trabajó como director de producción de todas las películas que rodó François Truffaut. La única en la que faltó fue La noche americana (1974), que está considerada como una de las grandes referentes de la Nouvelle Vague y que consiguió ganar el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa, así como otras tres nominaciones a Mejor Director, Mejor Guión Original y Mejor Actriz de Reparto (Valentina Cortese).

Durante esa época, también participó en la filmación de Week-end (Jean-Luc Godard, 1967), Au hasard Balthazar (Robert Bresson, 1966) y Las señoritas de Rochefort (Jacques Demy, 1967). Tras esta etapa, Claude Miller se lanzó a la aventura de dirigir sus propias películas.

El trabajo de Claude Miller: su obra y su influencia en el cine

A lo largo de toda su carrera, Claude Miller se centró, especialmente, en dos géneros: la intriga y el thriller. Lo hizo creando un estilo propio y muy particular basado en la más arriesgada experimentación narrativa. Una forma de trabajar que le situó como una de los grandes discípulos de la anteriormente mencionada Nouvelle Vague, que dio lugar a la mejor generación de directores de toda la historia del cine francés.

Al contrario de lo que sucede con Truffaut o Godard, dentro de la obra de Claude Miller no hay grandes obras maestras que permanezcan en el imaginario colectivo. Sin embargo, sí que nos dejó un legado extremadamente sólido y regular que abarcó más de cuatro décadas. Aquí queremos hacer un repaso por las que consideramos sus obras más destacadas e influyentes.

La mejor manera de andar (1976), su ópera prima

Para su primera película como director, Claude Miller logró convencer a Patrick Dewaere (Marc) y Patrick Bouchitey (Philippe) para que interviniesen como protagonistas. Además, obtuvo la ayuda de Luc Béraud para realizar el guion. El film tuvo una excelente acogida entre la crítica. Prueba de ello es que fue nominado al César a Mejor Película. Sin embargo, su éxito con respecto a público no fue tan notable.

En concreto, La mejor manera de andar narra la historia de amistad entre Marc, un tipo rudo y viril, y Philippe, mucho más sensible y afeminado. La relación entre ambos da un giro cuando Marc sorprende a su amigo vestido de mujer, tras lo cual intenta hacerle la vida imposible. Un trabajo que ahonda en el travestismo y la homosexualidad en una época en la que no era nada habitual.

Arresto preventivo (1981), su primer gran éxito comercial

Al igual que la anterior, esta película compitió por el César a Mejor Película, aunque tampoco lo consiguió. Eso sí, se alzó con cuatro en total. A través de ella se sumerge en el thriller más clásico, del cual se ha convertido en un verdadero símbolo.

Arresto preventivo sorprende desde el primer instante. Arranca con una secuencia en la que vemos a la Policía arrestando a un notario que pasa apaciblemente el día de Nochevieja junto a su familia. ¿El motivo? Es sospechoso del asesinato de dos niñas.

Claude Miller y la trilogía sobre la adolescencia

Entre 1985 y 1993, el director se dedicó en cuerpo y alma a este proyecto, lo que se tradujo en L’Effrontée (1985), La pequeña ladrona (1988) y L’Accompagnatrice (1993). Las dos primeras estuvieron protagonizadas por una jovencísima Charlotte Gainsbourg, una de las mejores actrices británicas de las últimas décadas y, a la postre, musa de Lars Von Trier.

Entre ellas, La pequeña ladrona está considerada como la mejor. Supuso el definitivo salto al estrellato de la actriz, que recibió una nominación a los premios César. Con solo 17 años de edad, interpreta magistralmente a una joven que imita a los ladrones de guante blanco de las películas que tanto le gustan. Su objetivo no es ganarse la vida robando, sino convertirse en una estrella de cine.

Conviene recordar que la idea de esta película parte de un texto de François Truffaut, su mentor.

La clase de nieve (1998) y el final de su carrera

Uno de los últimos grandes filmes de Claude Miller. Por él recibió el Premio del Jurado del Festival de Cannes en 1998. Narra la historia de un niño de 12 años muy introvertido y frágil que, durante una excursión con el colegio a un paraje nevado, ve que sus peores pesadillas se hacen realidad.

El director falleció el 4 de abril de 2012 en París a los 70 años de edad. Justo un mes antes de que el Festival de Cannes decidiese clausurar la 65ª edición con Thérèse D, su última película. Un cáncer nos privó de seguir disfrutando de algunas obras más.

A lo largo de toda su vida, Claude Miller se mostró predispuesto a debatir sobre el pasado, presente y, sobre todo, futuro del cine francés. Prueba de ello es que fue cofundador de los Encuentros Cinematográficos de Beaune y director de la Sociedad de Autores, Realizadores y Productores de Francia (ARP). También participó asiduamente en el Club de los 13, que gozaba del impulso de Pascale Ferran.