Algo más que un mito: Burt Lancaster

En un acto de chovinismo continental, siempre se sobrevaloran a actores y actrices que, lejos de su zona de confort, de su radio de acción natural, prueban con fortuna al otro lado del Atlántico. Primero, completando una cuota; segunda, logrando la escritura de personajes diseñados para ellos, independientemente de su origen. Sin embargo, pocas veces hablamos de los intérpretes que hacen un recorrido inverso. Es decir, actores de prestigio en Estados Unidos que deciden probar suerte en el viejo continente. Y no de forma esporádica, sino estableciéndose en segmentos fundamentales de su filmografía.

En el caso de Burt Lancaster, ya en sus comienzos mostró predilección por trabajar para autores. Buena prueba fue su colaboración con el francés Jules Dassin en Fuerza bruta (1947) o, ya dentro de los orígenes del cine independiente que hoy conocemos, con El nadador (1968) de Frank Perry, donde Lancaster daba vida a un tipo que recorría todos los chalets de una zona acomodada de Connecticut buscando darse un baño. Este magnífico filme constató el excelente proceso de madurez de un actor que había participado en obras de todos los géneros. Dicha etapa, que dejaba atrás la etiqueta de sex-symbol, fue enormemente fructífera a nivel de prestigio, consiguiendo cuatro nominaciones y un Óscar, por El fuego y la palabra (1960), de Richard Brooks.

Lo interesante, sin embargo, llegó en la parte final de su carrera, cuando decidió unirse a producciones de cineastas como Luchino Visconti o Bernardo Bertolucci, buscando una exigencia y excelencia interpretativa que, en definitiva, le erigieron en uno de los grandes actores de la historia. El talento y la valentía son dos cualidades básicas para hallar la magia. Y Lancaster era un actor mágico.

A continuación, elegimos nuestras películas preferidas del intérprete neoyorquino (1913-1994).

Forajidos, 1946

Fue su debut en el cine. Y no pudo empezar de mejor manera: dirigido por Robert Siodmak y compartiendo planos con Ava Gardner. Inmediatamente Lancaster se convirtió en una alternativa a estrellas como Kirk Douglas o John Wayne. Un actor que bien podría encarnar a los clásicos héroes de la edad de oro de Hollywood como personajes más ambiguos. Esta propuesta de cine negro narra la reincorporación a la sociedad de un exsoldado tras la finalización de la II Guerra Mundial. Más allá del frente, encontrará pocas oportunidades de mejorar su estilo de vida. Y será la mafia y el crimen los que le ofrecerán una salida.

El halcón y la flecha, 1950

Magnífica película de aventuras medievales dirigida por Jacques Tourneur. Lancaster coprotagonista este filme junto a Virginia Mayo. Relata la venganza de un granjero dotado en el manejo el arco cuando su mujer e hijo son secuestrados por un noble tirano ubicado en Lombardía. Clásico del género que consiguió dos Oscars, entre ellos el de mejor fotografía.

De aquí a la eternidad, 1953

Una de las grandes películas de la historia, con una de las escenas míticas de este arte: el beso apasionado entre Lancaster y Deborah Kerr en una playa. Ambos encabezan un espectacular reparto en el que figuran intérpretes como Montgomery Clift, Deborah Frank Sinatra, Donna Reed, Ernest Borgnine y Jack Warden. Es la mejor película de un gigante: Fred Zinnemann. Obtuvo ocho Oscars, incluido el de mejor película.

Confidencias, 1974

De su etapa italiana, muy interesante, nos quedamos con una obra menor pero en la que Lancaster muestra su soltura con el italiano. Junto a Silvana Mangano y Helmut Berger, protagoniza este drama dotado de diferentes capas que comienza con el intento desesperado de una dama de la nobleza de alquilar una habitación en un palacio romano propiedad de un profesor norteamericano jubilado. A partir de ahí, se iniciará una historia con diferentes ramificaciones al pasado para desvelar la verdadera identidad de sus protagonistas.

El antepenúltimo mohicano

Twitter: @eamcinema | Park City, Utah.

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