Adaptaciones de la obra de Oscar Wilde en el cine

Adentrarse, sumergirse, en la obra, ya sea dramaturgia, epigramática, lírica o prosa, de Oscar Wilde es un intenso placer al que es imposible resistirse. El escritor de origen irlandés es quizás la gran figura de las artes escritas del siglo XIX; cuya resonancia se mantiene vigente dos siglos después. En parte, junto a su talento, gracias a una personalidad arrolladora, que lo erigió en una rara avis de su tiempo. Como todos los genios, en su mente convivían la virtud y el tormento, que daban como resultado una extravagancia física –era un revolucionario de la moda en su país— y personal –con un carácter complejo, marcado por la sobredotación intelectual.

Es por todo ello que tanto la bibliografía de Wilde como el personaje en sí mismo sean, recurrentemente, objetos de deseo narrativo del séptimo arte. La primera adaptación data de 1910, una década después de la muerte del escritor. Dorian Grays Portræt, del danés Axel Strom, trasladaba a la pantalla el trabajo con, quizás, mayor número de traslaciones. En cuanto a la figura de Wilde, la última película es de 2018, The Happy Prince, traducida en España como La importancia de llamarse Oscar Wilde, dirigida y protagonizada por Rupert Everett, uno de los actores/directores que más se ha dedicado en su trayectoria artística en recuperar y dar una vida fílmica a los textos de Wilde.

A continuación, y aprovechando el ciclo «Autores en la sombra» de SundanceTV, elegimos las mejores adaptaciones cinematográficas del legado de Oscar Wilde:

El fantasma de Canterville, Jules Dassin, 1944

Aunque El retrato de Dorian Gray es la adaptación más célebre, que admite los diferentes matices de tiempos concretos, El fantasma de Canterville es nuestra preferida, por esa capacidad de mezclar fantasía y realidad dentro de uno de los paradigmas espaciales del género: un caserón/castillo/mansión de arquitectura coetánea. Y aunque nuestro corazón se rinde a la TV-Movie de 1974 protagonizada por David Niven, la mejor traslación es la que firmó el magnífico Jules Dassin en 1944; con un reparto liderado por Charles Laughton, Robert Young y Margaret O’Brien.

El retrato de Dorian Gray, Albert Lewin, 1945

Ben Barnes ha sido el último actor de renombre que ha inmortalizado a uno de los mitos literarios más importantes de todos los tiempos; ese hombre que compró al diablo su juventud rubricada con un retrato en un lienzo. El mejor de todos los Dorian Gray cinematográficos es, en nuestra opinión, el estupendo Hurd Hutfield, encarnando a ese joven aristócrata tan ambicioso como vacío. Él lideró esta magnífica adaptación de Albert Lewin que consiguió tres nominaciones a los Oscars y un Globo de Oro a la mejor actriz secundaria para la entonces jovencísima Angela Lansbury.

La importancia de llamarse Ernesto, Anthony Asquith, 1952

Michael Redgrave, Richard Wattis, Michel Dennison, Walter Hudd, Edith Evans y Joan Greenwood conforman el elenco de una de las obras más personales de Wilde. Esta firmada por el británico Anthony Asquith se elevó como uno de los hitos comerciales de su año. Su punto de partida es, como muchas de las obras de Wilde, disparatado: dos álter ego, dos identidades, un hombre y una mujer a la que desposar que está enamorada de uno de los nombres –así es su Nombre— de esa dualidad hecha persona.

Salomé, William Dieterle, 1953

Invocar al cine clásico y no llamar a filas a William Dieterle es un sacrilegio. Existen pocos directores como el alemán para plasmar y adaptar textos ajenos. En este caso, es una traslación libérrima que contó con un reparto impresionante: Rita Hayworth, Stewart Granger y Charles Laughton. Una superproducción de Columbia Pictures; un drama bíblico en el que se respeta las características del personaje original creado por Wilde y protagonizada por una siempre brillante Rita Hayworth.

El antepenúltimo mohicano

@eamcinema | Park City, Utah.

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