Unas 500 especies de peces cambian su sexo de forma natural

En cuanto al tema que nos ocupa, el ser humano aún está, como quien dice, en periodo de aprendizaje. Pero el caso de algunas especies animales es muy diferente, ya que el cambiar de sexo es un proceso rutinario y hasta intrínseco en su ciclo vital. Ya se ha demostrado que en torno a 500 especies de peces son capaces de reconfigurar genéricamente sus gónadas y llevar a cabo cambios en su “memoria” celular. Entre ellos, el pez payaso, el kobudai o el caribeño Labrido de Cabeza Azul.

Sobre este último ha tomado forma un estudio publicado en la revista Science Advances. Su coautora, Erica Todd, del Departamento de Anatomía de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), afirma que “la mayoría de los Labrido de Cabeza Azul empiezan su vida como hembras, pero pueden cambiar de sexo más tarde y se convierten en machos, un proceso que toma de 10 a 21 días en completarse”.

Así, el sexo de estos peces no estaría en lo absoluto establecido al nacer, y podría cambiar como respuesta a la pérdida de un macho dominante. Si esto ocurre, la hembra más grande no tarda en ocupar su lugar en cuestión de unos 10 días. El proceso comienza en pocos minutos y comprende diferentes fases: primero, la hembra cambia su color y su comportamiento; después, sus ovarios se retraen; finalmente, desarrollan testículos completamente funcionales.

En base a enfoques genéticos en secuenciación del ácido ribonucleico (RNA) y análisis epigenéticos, se sabe cuándo y cómo genes específicos se activan o desactivan en el cerebro y las gónadas para que el cambio de sexo se produzca. “Encontramos que, primero, se ‘apagan’ los genes necesarios para el mantenimiento del ovario, y luego se ‘enciende’ una nueva senda genética que promueve la formación de testículos”.

No hay lugar a dudas tras inducir el cambio de sexo retirando a los machos dominantes de grupos sociales de esta especie de pez, establecida en corales frente a las costas de Florida. La clave se encontraría en la desactivación de la enzima aromatasa, responsable de crear la hormona femenina estrógeno. Y aunque aún no se sabe con exactitud qué provoca esta desactivación, se baraja la posibilidad de que el causante sea el estrés derivado de una alteración en el equilibrio social.

Un ejemplo idóneo de adaptación que según Óscar Ortega-Recalde, otro coautor del estudio, también es posible gracias a la “memoria” celular: “En los peces y otros vertebrados, incluidos los humanos, las células usan marcadores químicos sobre el ADN que controlan la expresión de los genes y recuerdan su función específica en el cuerpo (…) Nuestro estudio es importante porque muestra que el cambio de sexo involucra cambios profundos en estos marcadores químicos, por ejemplo, en el gen de la aromatasa, con lo que reconfigura la memoria celular en las gónadas hacia un destino masculino”.

Pero los Labrido de Cabeza Azul, los peces payaso o los kobudai, no están solos. También observamos este tipo de cambios en algunos moluscos, crustáceos, equinodermos, gusanos y anfibios. Y si entre ellos es natural, ¿por qué no entre nosotros?

Fuente: EFE