Marc Quinn, el artista que esculpía con su propia sangre

Hace poco, compartimos con vosotros el caso de un creepypasta que contaba como un equipo de médicos congelaban la sangre de sus sujetos en un intento de crear supersoldados. Investigando dicho caso, descubrimos otro caso en el que la sangre congelada jugaba un papel significante pero con un propósito muy diferente: para crear grandes obras de arte.

Muchos artistas se dejan la sangre para conseguir sus creaciones y esto fue el caso de Marc Quinn, literalmente. El artista londinense, que formó parte del grupo de «Young British Artists» (un grupo de artistas contemporáneos del Reino Unido, provenientes la mayoría del Goldsmith College of Arts de Londres), cuyas obras plantean muchas preguntas sobre la identidad y la naturaleza del retrato, saltó a la fama en 1991 cuando se embarcó en un proyecto denominado «SELF» (Autorretrato). Inspirado en los autorretratos de Rembrandt, Quinn creó un busto de su cabeza pero no con materiales comunes como el mármol o bronce sino con su propia sangre. Y aún sigue con el proyecto, creando un nuevo busto cada cinco años aproximadamente. Vale, tienes razón. Son espeluznantes, pero hay que pensarlo de otra forma – Mark se tiene que sentir seguro sabiendo que si alguna vez necesitara una transfusión, tiene unos cuantos litros de sangre congelados listos para usar.

Para cada uno de sus «retratos congelados», Quinn saca entre cuatro y cinco litros de su propia sangre, extraídos durante un período de cinco meses. Después de crear un molde detallado de su cara, congela la sangre sumergiendo los bustos en silicona congelada en unidades de refrigeración a una temperatura constante de -15 grados centígrados, para evitar que se derritan.

Quinn decidió empezar ese «viaje» como un medio para registrar los cambios de su rostro con el paso de los años, y la verdad es que la forma en que su rostro ha madurado con el tiempo es bastante evidente. Pero, ¿por qué optó por usar su propia sangre en vez de materiales más comunes? Para él, el mensaje no hubiera sido tan significativo y la sangre añade un significado simbólico y real al proyecto. También cabe destacar que el trabajo se realizó en un momento en que Quinn era un alcohólico y la noción de dependencia – de cosas que necesitan ser enchufadas a algo para poder sobrevivir- es más que evidente ya que los bustos necesitan electricidad para no derretirse.

Hablando de lo que significa realmente para él, Quinn confiesa, «Podría parecer que la cabeza que está hecha con sangre esté relacionada con la muerte, pero, en realidad se trata de la vida, de la manera en que tu cuerpo se vuelve a crear. Hay la misma cantidad de sangre en la escultura que en todo mi cuerpo. Por tanto, los dos existen juntos, y significa que mi cuerpo ha vuelto a producir esa misma cantidad de sangre. Está congelada con la forma de mi cabeza pero también está hecha de mí. Si la desenchufas, se convierte en un charco de sangre y la forma desaparece, símbolo de la extrema fragilidad de la vida natural. De la misma manera que si alguien muere, ¿adónde va? Nunca vas a obtener una respuesta. Amo la vida. Se deberían ensalzar todos sus aspectos, los difíciles y también los fáciles. Bueno, puede que ensalzar no sea la palabra correcta. Meditar sobre la vida, a lo mejor…»

Marc Quinn, que siempre le ha gustado integrar la biología y la genética en sus creaciones, para expresar cómo el arte y la ciencia trabajan juntos, también ha trabajado con una variedad de otros materiales más convencionales, como el vidrio, el oro y el hielo y sus obras están repartidas por todo el mundo, habiendo sido comprados – a precios muy elevados – por galerías extranjeras y coleccionistas privados.

Un buen ejemplo es su primer busto de sangre congelada que fue comprado por Charles Saatchi en 1991 por 16.500 euros, y luego vendida en el 2003 al coleccionista americano Steven Cohen por nada más y nada menos que 2.5 millones de euros.

Una anécdota de la cara que tenía Saatchi llegó a ser noticia cuando surgió un rumor de que unos albañiles que estaban haciendo obras en la casa de Saatchi desenchufaron por equivocación el sistema de congelación y el busto de Marc Quinn se derritió. Saatchi no tardó en desmentir la historia cuando inauguró el busto en una nueva galería suya en Londres en 2003. Y el propio Quinn se acuerda del «incidente» con mucho humor: «Me hubiera gustado que fuera verdad porque hubiera sido una prueba de nuestra vulnerabilidad. Si lo hubieran desenchufado, hubiera desaparecido, puesto que la sangre debe ser líquida, no sólida». Según él, fueron los propios albañiles los que crearon la historia ya que bromeaban entre ellos sobre la tentación de quitar el enchufe. Hasta sugiere Quinn que fue el propio Saatchi quien les autorizó para contar la historia a la prensa a pesar de ser incierto.

Ahora, lo que más le importa a Quinn es «el lugar a dónde irá la próxima escultura-busto que el precio que se pueda pagar por ella» y si acaban todos en museos, mejor. De hecho, sus «selfies de sangre congelada» se encuentran en varias esquinas del mundo: un museo de Dallas, otro de Corea del Sur, el del Retrato de Londres (NPG), la colección de Steven Cohen y la del Marc Quinn.

Y, de cara al futuro, hasta se le ha pasado por la cabeza usar su cuerpo para una «obra final» después de su muerte: «De momento no he llegado a una decisión. No sé que tipo de obra podría ser interesante y, por supuesto, tengo que respetar los deseos de mi familia. Pero si te soy muy sincero, sería la obra definitiva, utilizando lo que queda de mi después de la muerte. Sería realmente interesante «…

Nos vamos despidiendo y te dejamos con los 5 bustos de sangre para disfrutar de ellos antes de que unos albañiles caigan en la tentación y saquen ese enchufe…