5 Películas que no son de terror pero que son realmente aterradoras

El ser humano siempre se ha sentido atraído por las emociones fuertes. Algunas cintas de terror nos hacen sentir muy incómodos y hacen que nuestra sangre se congele. Otras nos perturban profundamente y nos impiden conciliar el sueño. Pero no todas las películas más inquietantes son cintas de terror. Hay muchas de diversos géneros que son capaces de conmover y perturbar a su público tanto como las más inquietantes cintas de terror.

Algunas películas son tan aterradoras que nunca las olvidarás y seguramente jamás las volverás a ver. Con esto en mente, a continuación ofrecemos una serie de películas que no son consideradas de terror y que sólo recomendaríamos a aquellos que tengan un estómago fuerte.

Cold Fish [Tsumetai nettaigyo] (Sion Sono, 2010)

Cold Fish, del cineasta japonés Sion Sono, es un implacable thriller sobre la relación de un hombre con el jefe de su hija, que resulta ser un psicópata. Es una cinta de fuego lento: comienza placenteramente, para después volverse cada vez más alocada y agobiante, antes de llegar a un desenlace ensangrentado. También muestra algunas de las imágenes más impactantes del siglo.

También cabe destacar que el Sr. Murata es uno de los asesinos en serie más salvajes y memorables que ha habido últimamente, y la película está llena de gratas e inesperadas sorpresas. Sono explora el alma humana, sus demonios y defectos de una manera que sólo los grandes directores han logrado hasta la fecha.

 

CANINO (Yorgos Lanthimos, 2009)

La inquietante y fascinante película del cineasta griego Yorgos Lanthimos (Langosta) sigue el concepto básico del drama mexicano de Arturo Ripstein de 1972 «El Castillo de la pureza», relatando la historia de una pareja que mantiene a sus hijos alejados del mundo fuera de casa. Evocando las obras de directores como Michael Haneke y Lars von Trier, Lanthimos consigue crear un estilo personal y único en esta claustrofóbica y psicológicamente violenta historia sobre la educación, la paternidad, el lenguaje, la libertad y el instinto humano que perturba y asombra al público a partes iguales.

 

HAPPINESS (Todd Solondz, 1998)

Una mezcla de comedia negra y drama, esta cinta de Todd Solondz fue hasta rechazada por el Festival de Sundance por su «obscenidad». Este conjunto de historias sobre vidas infelices y problemáticas es perturbador debido a la representación tan realista del malestar de la vida. Todos los personajes no conocen lo que es la satisfacción y la felicidad; la credibilidad de la existencia de los protagonistas está plasmada a la perfección, y es desconcertante pensar que cualquiera de nosotros podría estar llevando una vida tan terrible.

Solondz escribe un brillante guión que -con la ayuda de un talentoso elenco y una sólida dirección- es capaz de mostrar a la gente corriente que se enfrenta a la inutilidad e insignificancia de sus existencias con un drama sobre la vida real y con una pizca de amarga ironía que hace que todo sea aún más inquietante.

 

GUMMO (Harmony Korine, 1997)

Tras escribir la controvertida película Kids de Larry Clark (Bully, Al final del edén), Harmony Korine, de 24 años, dirigió su primera película, Gummo, una historia sobre la vida de diferentes personajes con el trasfondo de un pueblo pobre y en ruinas, arrasado por un tornado.

Centrándose en Solomon y Tummler, dos jóvenes que intentan ganarse la vida y cometen actos inmorales e ilegales, la película explora una serie de temas duros y se vuelve inquietante por el retrato de la violencia, la toxicomanía, el vandalismo, la prostitución, la crueldad con los animales, los trastornos mentales, la homofobia y un largo etcétera.

 

EL SÉPTIMO CONTINENTE (Michael Haneke, 1989)

Michael Haneke presentó su primer largometraje, El séptimo continente, en 1989. Inspirándose en parte en una historia real de crímenes, el cineasta austriaco dirigió una película sobre la crisis de una familia de clase media. Esta es sin duda una de las películas más duras que se hayan rodado: una historia angustiosa y aniquiladora sobre la falta de comunicación, la insignificancia de la existencia y la vacuidad de las relaciones humanas.

El espectador no es testigo de la violencia, porque ya ha sucedido. Sólo vemos las repercusiones de la destrucción, los efectos de la alienación humana y el impacto en el espectador es demoledor: te quedas sin sentimientos, crees que la vida está vacía y que seguir existiendo no tiene ningún sentido.