Los españoles de los gulags

GULAG son las siglas de Glávnoye Upravléniye ispravítelno-trudovyj Lageréy i kolóniy, en español: Dirección General de Campos de Trabajo Correccional y Colonias. En ruso ГУЛАГ: Главное управление исправительно-трудовых лагерей и колоний; Glávnoye Upravléniye ispravítelno-trudovyj Lageréy i kolóniy.

Y así es como algunos autores han llamado también a los campos de trabajo y centros penales que la Unión Soviética estableció a lo largo de todo el territorio ruso y que, aunque creados con anterioridad, funcionaron a pleno rendimiento durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo cierto es que es conocido que miles de españoles estuvieron ingresados en campos de concentración nazis. Pero lo es menos el hecho de que en estos gulag rusos hubo cientos de españoles detenidos e ingresados. Y no todos pertenecían al régimen franquista, también hubo republicanos exiliados.

En una visita del presidente del gobierno español Mariano Rajoy a Kazajistán en septiembre de 2013, su homónimo le hizo entrega de un dosier que era fruto de la investigación de varios historiadores acerca de las relaciones entre Kazajistán y España. Un total de 152 nombres de españoles figuraban en la lista que Rajoy recibió. Estos estuvieron presos en los campos de Spassk y Kok-Usek, ambos en la región de Karagandá (Centro de Kazajistán).

 

Oficiales rusos encargados de uno de los campos.

 

¿Cómo acabaron cientos de españoles de ambos bandos en campos de trabajo rusos? El relato se remonta al comienzo del fin de la contienda española. Cuando los republicanos se percataron de que perderían la guerra contra los sublevados, miles de ellos huyeron de España. Entre ellos, miles de niños llamados “los niños de la guerra”. La mayoría de los exiliados llegaron a Francia, como Antonio Camazón, el español que ayudó a descifrar la máquina Enigma. Otros huyeron hacia las costas sudamericanas y recalaron en México o Argentina y otros prefirieron partir hacia Rusia. Aunque un destino excesivamente lejano y desconocido, la cercanía política con el bando republicano y el Partido Comunista Español hacían que la Unión Soviética pareciera la elección correcta.

En total, casi 4300 españoles llegaron a la Unión Soviética: 2895 niños, 130 maestros, 156 marinos, 200 pilotos y casi 900 miembros del PCE y del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña). A su llegada, los “niños de la guerra” fueron acomodados en centros infantiles en donde se les cuidaba y educaba incluso mejor que a los propios niños rusos, según narra el documental «Los olvidados de Karagandá».

Pero todo cambió cuando los alemanes entraron en la Unión Soviética en 1942. El régimen de Stalin comenzó, influido por su propia paranoia, a considerar a todos los extranjeros como espías, y por tanto enemigos de la patria al servicio del Eje. En los siguientes días, fueron detenidos más de un centenar de españoles y conducidos a los campos de trabajo del gulag.

Varios republicanos trataron de huir pidiendo asilo en otros países, o incluso escondidos en baúles de un comerciante, pero fracasaron y fueron igualmente detenidos e ingresados en campos de trabajo.

Otros españoles se infiltraron desde España en la División Azul y el ejército franquista para llegar a Rusia, en donde lucharían junto con el Eje. Una vez allí pensaron que serían bien recibidos por el ejército rojo, pero no fue así. Tras la batalla de Kransy Bor, un centenar de españoles fueron detenidos y llevados a campos y prisiones. Lo cierto es que muchos de ellos no llegaron ya que murieron en el camino debido a las calamidades.

 

 

Tras terminar la contienda y ser liberados, muchos españoles republicanos se encontraron ante una situación paradójica. No podían volver a España, ya que el régimen franquista no les aceptaría. Con el tiempo, algunos pudieron volver con sus familia a España, otros vivieron allí durante años y algunos convirtieron a Rusia en su hogar para siempre.

Actualmente existe un museo en Moscú que sumerge al visitante en una vivencia auténtica de la vida en un gulag ruso.