La metanfetamina en la Segunda Guerra Mundial

Adolf Hitler era un líder aterrador, fuerte y carismático capaz de perpetrar crímenes terribles contra la humanidad y a su vez poseía un ejército a la altura de su maldad. Aunque lo cierto es que tanto él como su ejército actuaron muchas veces bajo el efecto de la metanfetamina.

La Armada nazi era despiadada poderosa y tenaz, haciendo de Alemania una nación imbatible. Ocuparon, ante la mirada atónita del mundo entero, más territorios en una semana de guerra que en todos los años de la Primera Guerra mundial pero, ¿cómo lo lograron? Remontémonos a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.

Hitler llevaba 3 años en el poder preparándose para la guerra y dando discursos sobre la superioridad de la raza aria, cuando un atleta afroamericano desmintió su teoría al ganar varias medallas de oro. Hitler excusó dicha victoria en el uso de bencedrina, un popular descongestionante nasal cuyo principal compuesto químico es la anfetamina, pero nunca hubo prueba de ello. Sin embargo, la idea del uso de estimulantes abrió los ojos a los altos cargos nazis. Estos se pusieron en contacto con el dueño de una de las farmacéuticas más grandes de Alemania, quien puso a su químico principal a investigar estimulantes en el archivo. De esta manera encontró algo que era aún más poderoso que la anfetamina, y al mismo tiempo similar, la metanfetamina. Tras probar con éxito esta droga en ratas, decidieron seguir adelante con la creación de un fármaco. La farmacéutica lanzó sin receta una pastilla llamada pervitín, que era buena para cualquier situación. Simplemente proporcionaba más energía, como el café. Esta tuvo una gran campaña de publicidad y fue todo un éxito, e incluso se vendió en chocolates que se vendían con 13 gramos de metanfetamina y que todo el mundo consumía.

 

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Mientras tanto Adolf Hitler, obsesionado con la idea de pureza de la raza aria, conoció al doctor Theodor Morell. Este le proporcionó un probiótico que le funcionaba muy bien para sus problemas digestivos, así que el Führer lo tomó como su médico personal. Hace unos años salieron a la luz las notas de Morell en las que apuntaba todo lo relativo a su trato con Hitler. En ellas marcaba todos los días “inyección habitual”. Al principio estas consistían en soluciones de glucosa que le aportaban energía a primera hora de la mañana, algo que guardaba en secreto. La gente simplemente veía a un líder enérgico y agresivo.

 

CC BY 3.0 Bundesarchiv, Bild 102-10460 / Hoffmann, Heinrich

 

En 1938 el doctor Otto Ranke investigó el impacto del pervitín en los soldados alemanes para mantenerlos activos durante mucho tiempo. De esta forma el doctor separó dos grupos de personas, a unos les dio café y a otros pervitin. Después de 10 horas, el grupo de café estaba dormido mientras que los del pervitin estaban totalmente despiertos, eufóricos y alerta. También notificó que si se suministraba más cantidad se volvían agresivos y hostiles.

El 1 de septiembre de 1939, tras la inyección diaria del Führer, los nazis invadieron Polonia en lo que se denominó “guerra relámpago” (Blitzkrieg). ¿Cómo eran capaces de avanzar tan rápido? La respuesta: pervitin. Duraban más tiempo luchando y les mantenía más alerta, ya que sus sentidos se intensificaban. Hitler achacó la victoria a las capacidades de sus soldados arios. Tras este acontecimiento, Francia e Inglaterra declararon la guerra. En mayo de 1940 la Armada alemana comenzó su agresiva invasión a Luxemburgo, Bélgica, Holanda y Francia. Tan solo tardaron 3 días y los aliados no tuvieron tiempo de reaccionar. Todos los soldados, el Ejército de Tierra, la división panzer, la luftwaffe, todos atacaron bajo los efectos del pervitin. Sin embargo, en Dunkerque las drogas jugaron una mala pasada al líder de la Fuerza Aérea nazi Goering. Cuando se le encomendó la misión de bombardear a los británicos en Dunkerque, estaba drogado y no tomó las mejores decisiones. Esto junto con el clima y una deficiente maquinaria, provocó que el ataque aéreo fracasase. Para julio de 1940, con los estupefacientes proporcionándole energía al Ejército, Hitler controlaba casi toda Europa. Le faltaba Reino Unido y para ello debía destruir su defensa aérea. Nuevamente acudió a Goering, pero si los alemanes tenían el avance de la química, los británicos poseían la tecnología. Es decir, el radar. Tras derribar un avión de un tiro limpio, lo investigaron y encontraron en su interior unas pastillas de pervitin. Los aliados habían descubierto el secreto de los nazis.

 

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Tras el fracaso en el ataque a Inglaterra, Hitler puso los ojos en su otro gran enemigo la URSS. En esta operación el arma secreta era vital, pero a pesar de que todos los soldados la llevaban encima, esta no fue suficiente. El vasto territorio les impidió avanzar a la velocidad que esperaban y además no estaban preparados para el invierno ruso. Tras esta campaña, el estrés de Hitler se elevó, así como lo hicieron las inyecciones del doctor Morell para satisfacer al Führer. Estas consistían en estimulantes durante todo el día y relajantes para dormir.

En 1943 Hitler debía reunirse con Mussolini, pero sufría mucho dolor abdominal y no podía salir de su cama. Para entonces ni las vitaminas ni las hormonas ni el barbitúrico funcionaban ya en el Fürher, por ello Morell le inyectó una droga que no había usado antes llamada Eukodal, ahora oxicodona. Un fuerte y adictivo opioide y tras la inyección Hitler se encontraba con fuerzas para reunirse con Mussolini.

Cuando llegó el día D, Hitler era dependiente a un largo listado de drogas que le inyectaba Morell. Esto le impidió tomar las decisiones correctas en el ataque ya que mientras los aliados desembarcan en Normandía, Hitler dormía gracias a las drogas y nadie se atrevía a despertarlo. Tras este fatídico acontecimiento, no fueron pocos los hombres del partido que querían acabar con Hitler y en una reunión posterior al Día D le pusieron una bomba. Aunque el dictador sobrevivió, tenía muchas astillas clavadas en sus piernas y le suministraron Eukodal para reducir su dolor. También había sufrido heridas en los oídos por lo que un otorrino, tras una inspección, le proporcionó cocaína. Hitler dijo que nunca había sentido tanta claridad de mente como con ese tratamiento y desde entonces quizá se convirtió en un completo adicto al Eukodal y a la cocaína.

Pasados unos meses Morell le propuso parar los tratamientos, ya que sus venas estaban muy deterioradas, pero el Führer no atendía a razones. En enero de 1945 Hitler se encontraba en un búnker junto al doctor Morell y sus inyecciones. Tomaba cualquier cosa para sentirse mejor pero los aliados llegaron a Berlín y destrozaron todo, entre otras cosas las fábricas farmacéuticas. Esto tuvo un mal efecto en Hitler, ya que nadie podía proporcionarle a lo que era ya adicto. Su salud empeoró, por lo que comenzó a culpar a Morell por su adicción y lo despidió. Morell estaba devastado y Hitler fuera de sí.

 

Theodor Morell

 

El 28 de abril de 1945 Mussolini fue capturado y asesinado por la resistencia italiana y dos días después Hitler se tomó su última droga: cianuro. Junto con su mujer, Eva Braun, mordió una pastilla y después se pegó un tiro en la cabeza. El diario del doctor Morell muestra que Hitler cayó en una fuerte adicción y los archivos nazis reflejan cómo el Ejército luchó bajo la influencia de la metanfetamina.

Esta explicación sobre el uso de drogas no es un pretexto para excusar las atrocidades que Hitler y los nazis cometieron. Hitler no realizó las mayores atrocidades de la humanidad debido a las drogas, planeó toda una guerra sin drogas.