La fregona

La fregona ha sido uno de los inventos más útiles y aplaudidos de la historia. Su invención acabó con la tarea de literalmente “echarse al suelo”, con el consiguiente dolor de rodillas y espalda, para que las casas y los espacios relucieran.

El inventor de la fregona fue el ingeniero aeronáutico español Manuel Jalón Corominas (1925-2011). A continuación, una breve historia para ilustrar este invento.

Debemos remontarnos a los años 50, cuando España estableció relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Como parte de la ayuda americana, España adquirió los primeros aviones a reacción F-86 Sabre. Manuel Jalón, que era oficial ingeniero del Ejército del Aire, fue enviado en 1953 a Estados Unidos para aprender las técnicas de mantenimiento de dichos aviones.

Durante su estancia en la base aérea de Chanute, al sur de Chicago, vio cómo se limpiaban los suelos de los hangares. El sistema utilizado era muy común en las bases militares. Los operarios usaban unas mopas o mochos elaborados con tiras de algodón para recoger el agua que escurrían en unos cubos metálicos por medio de un sistema de rodillo.

Una vez regresó a España, en 1956, comenzó a producir las primeras unidades basadas en las que había visto en los Estados Unidos, es decir, con cubo metálico y rodillo. A las cuales denominaron “lavasuelos”.

Posteriormente, Enrique Falcón Morellón, un representante de accesorios de automóvil de la época, colaborador inicial y que más tarde se convertiría en socio de Manuel Jalón, comenzó a denominarlas “fregonas”.

Gracias a sus conocimientos aeronáuticos fue perfeccionando su prototipo hasta llegar al modelo que hoy en día todos conocemos. El prototipo de plástico que fabricó Manuel Jalón en 1964 fue registrado como “patente de invención con novedad internacional”. Aquí el escurrido del mocho se hacía mediante un cono escurridor que estaba encajado en el cubo. En 1968 registró en Estados Unidos, como patente de invención, su cubo escurridor con rodillos accionados por pedal.

Aunque hoy en día nos pueda parecer inverosímil, no fue fácil que la sociedad aceptara su invento, ya que había reticencias a su uso, por la costumbre de “tirarse al suelo” para limpiar, pensando que era la forma más eficaz. Sus campañas de marketing tuvieron que ir acompañadas de demostraciones in situ que mejoraron la percepción del invento.