Hugo de Payns fue el fundador y primer maestre de la Orden del Temple.
Nacido en el Castillo de Payns, cerca de Troyes (Francia), estuvo muy influenciado en su infancia por la reforma religiosa que se estaba llevando a cabo en Champagne. Tras la muerte de su primera esposa, Hugo de Payns se hizo monje de la abadía de Molesmes. Hacia 1100 abandonó los hábitos, se integró en la corte champagnesa y realizó su primer viaje a Tierra Santa. A pesar de contraer matrimonio en segundas nupcias a su regreso e incluso tener hijos, su fervor religioso fue a más. En 1119 decidió abandonar todo, tomar los votos de castidad y volver a Tierra Santa. Un año más tarde se creó la Orden del Temple.
Para poder realizar sus incursiones y mantener a las tropas, era necesaria la financiación. Fue entonces cuando Hugo de Payns se embarcó en una gira que le llevó a Francia, Escocia, Gran Bretaña y Flandes. Durante los meses que estuvo fuera, las recepciones con gente poderosa, realeza, empresarios o nobles fueron una constante. Hugo de Payns ejerció de líder de la orden para hacerles ver la importancia de la labor de los Templarios. Estas recepciones fueron fructíferas y de cada una de ellas logró grandes cantidades de oro, joyas e incluso tierras y castillos, todas ellas destinadas a la financiación de los Templarios.
La estima que se le tenía a Hugo de Payns era sabida por todos, por lo que no dudaban en darle todo lo que pudieran para que la Orden del Temple siguiera en funcionamiento. Incluso algunos reyes, como Alfonso I, cedieron todas sus posesiones al fallecer a la orden.
Tras la muerte de Hugo de Payns, su figura creció aún más, siendo venerada en liturgias nocturnas propias de un santo. De hecho, este punto fue uno de los que utilizaron el papa Clemente V y el Rey Felipe IV para acusar a los templarios de herejes al venerar a una persona (que no había sido canonizada).
