Gladiadoras: ¿realidad o leyenda?

Dícese de gladiador a aquella persona que en los juegos del circo romano luchaba contra otras o se enfrentaba a fieras. Y se refiere a persona porque -aunque la historia siempre los trató como hombres-, gracias a unos pocos textos, se ha podido comprobar que también existieron mujeres que pelearon en la arena. El historiador Cayo Cornelio Tácito dejó testimonio de ello en sus escritos, junto con el escritor Cayo Petronio Niger y el poeta Marco Valerio Marcial.

Con motivo de los juegos celebrados por la visita del rey Tiridates I de Armenia al emperador Nerón (Anzio, 37 d. C. – Roma, 68 d. C.), Tácito mencionó el combate entre sí de hombres, mujeres y niños etíopes. Incluso las mismas crónicas incluyen la participación de las esposas de los propios senadores, pero no como gladiadoras, sino dinamizando las sesiones. Asimismo, la escritora contemporánea Amy Zoll afirma en su libro Gladiatrix (Paperback, 2002) que las mujeres gladiadoras participaban en torneos extraordinarios que, en algunos casos, alcanzaban una percepción erótica o morbosa.

En este sentido, su vestimenta se centraba en destacar la fisionomía de la mujer. No peleaban a pecho descubierto, como lo hacían los hombres. Sin embargo, sí que dejaban uno de sus senos a la vista, ya que vestían una especie de túnica diseñada con ese fin. Tampoco portaban cascos, escudos y armaduras demasiado pesadas, pese a que estaban preparadas para soportarlo. Solo túnica y espada. Demostrando que su fiereza no tenía nada que envidiar a la del sexo opuesto.

Su entrenamiento destacó por ser férreo y tenaz: eran adiestradas igual que los hombres. La mayoría de las gladiadoras habían sido capturadas en guerras o procedían de la esclavitud, aunque hay constancia de la participación de hijas de gladiadores que lograron su libertad. “No es suficiente con que el guerrero Marte se muestre ante ti invicto, Cesar. Venus en persona te sirve también”, manifestaban cuando el protocolo circense les obligaba a mostrarse ante el emperador.

No obstante, en el año 200 d. C. Septimio Severo prohibió el combate de las mujeres en los anfiteatros romanos. Hasta entonces, las luchadoras vivieron como cualquier gladiador. Arriesgaban su vida en la arena a cambio de detentar una vida llena de comodidades dentro de la escuela: buenas dietas, masajes y cuidados médicos diarios. Sus acaudalados propietarios, conocidos como lanistas, fueron los encargados de reclutarlas, entrenarlas y, llegado el momento, venderlas.

Otra gran guerrera de la época -aunque no gladiadora- fue Boudica. La reina de los icenos se enfrentó ferozmente en Londinium (Londres) al ejército del general Paulino. Si quieres conocer más sobre ella, no te pierdas el estreno de Bárbaros, El despertar el próximo lunes 19 de septiembre a las 22:00h.