El asedio de Numantia

En el año 134 a.C. Publio Cornelio Escipión Emiliano cercó la ciudad de Numantia, evitando que recibieran víveres y refuerzos y forzando así su rendición. 

Roma tenía una misión, conquistar la Península Ibérica. Tras varios años de batallas y asedios donde los habitantes y pueblos celtíberos iban disminuyendo y sucumbiendo a los romanos, hubo un pueblo que se negó a rendirse.

Hay que remontarse 20 años antes de la contienda, cuando ambos pueblos se vieron inmersos en una guerra intermitente. El Senado de Roma envió a más de 30.000 hombres cuando la ciudad amurallada de Segeda amplió su fortificación. Fue la chispa que encendió la mecha para una guerra encarnizada que duró más de dos décadas. Los habitantes de Segeda, ante el ataque romano, se refugiaron en Numantia. Ambas tribus, arévacos y belos, hicieron una alianza contra el control romano. El primer ataque romano fue detenido antes de producirse al sufrir una emboscada por parte de la nueva alianza, en la que fallecieron 6.000 soldados romanos. El siguiente intento incluyó a diez elefantes de guerra enviados desde Roma, pero una vez más fueron derrotados. A esta segunda derrota le siguieron otras tantas.

Meses más tarde, el nuevo cónsul romano Claudio Marcelo tomó Ocilis (Medinacelli) y logró que algunos pueblos de la península como arévacos y titos se rindieran. Otros en cambio, siguieron con las armas en alto sin retroceder un ápice. Tras varias contiendas, pactos de paz y cambios en el puesto de cónsul romano, la fijación romana seguía centrándose en Numantia, donde una parte de arévacos y belos seguía dispuesta a resistir.

Desde el año 137 al 135 a.C hubo un tratado de paz, pero la obsesión de Escipión Emiliano pudo más. Alegalmente el destructor de Cartago, fue nombrado nuevo cónsul, ya que debían pasar 10 años hasta tomar un cargo similar. Llegó a la Península Ibérica con varios mandos militares importantes como Cayo Mario o Yugurta. Organizó un ejército de 60.000 hombres y puso rumbo a Numantia. Rodeó la ciudad con siete campamentos, 300 torres de vigilancia y fosos. Taponó el Río Duero, atacó los alrededores de Numantia, recogió todos los campos de cultivo para su ejército y el resto fue quemado para que los celtíberos no pudieran alimentarse ni recibir ayuda y así, acabar rindiéndose.

Esta situación bélica duró varios meses. Los numantinos, fruto de las contiendas y la falta de alimento, iban mermando sus efectivos hasta que no pudieron más. En el verano de 133 a.C. los pocos habitantes de la ciudad desesperados por el hambre y las enfermedades, decidieron incendiar la ciudad con ellos dentro. Tan solo sobrevivieron 50 personas, que fueron esclavizadas y llevadas a Roma.

La ciudad celtibérica de Numantia prefirió morir antes que verse sometida a la ocupación de Roma.

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