El pasado 17 de noviembre el submarino ARA San Juan desaparecía de los radares, con 44 tripulantes en su interior.
El submarino argentino, un buque alemán de 1985 restaurado hace 13 años, zarpaba del sur de la Patagonia hacia el Mar de Plata el 13 de noviembre, con la misión de patrullar contra la pesca ilegal.
Dos días después el capitán reportó un problema técnico que no comprometía la navegabilidad del buque. Ese 15 de noviembre fue el último del que se conoce su ubicación, a 432km de la costa frente al golfo de San Jorge.
El 17 de noviembre la Armada Argentina comunicó que habían perdido comunicación con el submarino, comenzando una misión mastodóntica para localizarlo. Desde entonces las fuerzas militares de varios países han desplazado barcos, aviones y demás maquinaria para lograr encontrar el submarino y salvar a los 44 tripulantes que se encontraban en él.
La esperanza afloró cuando unos ruidos en la zona y una serie de llamadas vía satélite salieron a la luz hasta que se confirmó que los ruidos eran de origen ecológico y las llamadas no provenían del buque ARA San Juan lo que volvió al estado inicial de desconcierto.
La Armada argentina confirmó el 23 de noviembre que el día de la desaparición del submarino hubo una explosión, “un evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear”. Este último suceso no hace sino aumentar la desesperanza de encontrar con vida a la tripulación del submarino.
