Barcelona, capital del los Juegos Olímpicos antifascistas de 1936

El pasado 1 de agosto se cumplieron 80 años de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín. Posiblemente, la Olimpiada más polémica de las nueve que se habían celebrado con anterioridad.  Adolf Hitler y el movimiento nazi pusieron en marcha toda su maquinaria propagandística para venderle al mundo una imagen suavizada del régimen y, sobre todo, para poner de manifiesto la superioridad de la raza aria. Ambas intenciones fracasaron. Además, hubo una tercera vía que también boicoteó los juegos: la Olimpiada Popular de Barcelona.

El último Gobierno de la Segunda República había salido elegido tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, y Manuel Azaña y el Frente Popular no solo iban a prohibir la participación de los atletas españoles -aunque, por ejemplo, el equipo de jockey llegó a competir-, sino que intentaron obstaculizar el certamen deportivo con todos los medios disponibles. El resultado fue la convocatoria de un evento paralelo unas semanas antes del alemán, concretamente la celebración estaba prevista entre el 19 y 26 de julio. No obstante, el 18 de julio estalló la Guerra Civil en España y los Juegos fueron cancelados inmediatamente.

La Olimpiada Popular de Barcelona incorporaba nuevas prácticas. Entre ellas, incluía la modificación de la estructura en el ámbito de la participación territorial. Se establecieron tres categorías: nacional, regional y local. Así, cada país tenía la posibilidad de enviar a tres representantes para una sola disciplina. La innovación permitió que territorios como la Alsacia o el Marruecos francés y el Marruecos español concurrieran en el acontecimiento alternativo.

Finalmente se inscribieron más de 6.000 atletas de 22 nacionalidades diferentes. Estados Unidos, Francia, Países Bajos, Bélgica, Checoslovaquia, Noruega, Suecia y Argelia fueron las delegaciones más numerosas. Alemania e Italia también estuvieron representadas con exiliados. En este sentido, los participantes pertenecían a grupos sindicales y relacionados con la izquierda, y no a los comités olímpicos estatales. Sin embargo, entre ellos se encontraban varios deportistas de alto nivel.

Los costes corrieron a cargo del Gobierno español con 250.000 pesetas, el francés con 600.000 pesetas y la aportación de 100.000 pesetas por el lado de la Generalitat de Cataluña. Empero, cuando los atletas preparaban sus actuaciones en el estadio de Montjuic, la megafonía anunciaba la cancelación del certamen debido al levantamiento militar de una parte del Ejército español. La Olimpiada Popular de Barcelona fue la protesta más directa y numerosa que se hizo contra el régimen nazi.

Algunos deportistas nunca llegaron a Barcelona y otros, al conocer la noticia, se marcharon de inmediato. Sin embargo, cerca de 200 atletas se alistaron a las milicias obreras para la luchar en la Guerra Civil en el bando republicano.