2011: La primavera árabe

 

El 17 de diciembre de 2010, un joven tunecino, Mohamed Bouazizi, se quema a lo bonzo en Sidi Bouzid, una de las ciudades más pobladas de Túnez. La policía había confiscado su carro de frutas, con el que mantenía a su familia, de modo que Bouazizi se vio en la pobreza más absoluta. Su inmolación fue seguida por una serie de protestas de amplio apoyo social que se extendieron rápidamente por Túnez y luego, por varios países árabes: Egipto, Libia, Siria, Argelia, Marruecos, Yemen… 2011 fue el año de la Primavera Árabe.

Las enormes desigualdades que se vivían en estos países, los gobiernos corruptos y autoritarios, el desempleo, que había alcanzado cotas alarmantes sobre todo entre los jóvenes y, en especial, la falta de libertades, provocaron la primera oleada de protestas del mundo árabe en el siglo XXI. El éxito de las acciones coordinadas por miles de ciudadanos tuvo mucho que ver con el uso liberador que supieron darle a las nuevas tecnologías de la comunicación y a las redes sociales, especialmente Twitter.

Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, pedían democracia y cambios políticos, sociales y económicos. En algunos países, como Túnez y Egipto, estas protestas consiguieron derrocar al gobierno; en otros, como Libia y Siria, desembocaron en guerras civiles. Siria, en concreto, está viviendo todavía uno de los conflictos bélicos más crueles de este principio de siglo.

Túnez, el detonante

En Túnez, las protestas, las más importantes desde hacía 30 años, contaron con el apoyo del ejército, gracias al cual se derrocó al gobierno de Ben Ali, quien había alcanzado la presidencia en 1987 tras un golpe de estado. Al principio, viéndose acorralado, intentó culpar a la oposición de las protestas, pero después se vio obligado a renunciar a la reelección en 2014 y ordenó a las fuerzas armadas que no reprimieran las protestas. Su manera de buscar una solución fue huyendo a Arabia Saudí, donde todavía sigue a pesar de que un tribunal tunecino lo condenó en rebeldía a 66 años de prisión.

Tras Túnez, las protestas, que se propagaban velozmente gracias a las redes sociales, siguieron en Egipto, donde se concentraron en la plaza Tahrir. Hosni Mubarak, el presidente, dimitió el 25 de enero de 2011 y cedió el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución y convocó elecciones.

A finales de 2011, la Unión Europea, que inicialmente no prestó su apoyo a las revueltas, galardonó con el premio Sájarov a la libertad de conciencia a la primavera árabe. Uno de los premiados fue, a título póstumo, Mohamed Bouazizi.