Los mitos de la cárcel

Muchas son las leyendas que forman parte del imaginario colectivo acerca de lo que ocurre dentro de prisión. La desinformación general de la población sobre la vida carcelaria hace que nos preguntemos lo que es cierto y lo que se queda en mito.

1. LA PASTILLA DE JABÓN

Mito. En las cárceles españolas suele haber ducha y retrete en cada celda, que puede ser individual o compartida con otra persona más. Las violaciones en las duchas colectivas es un mito y se encuentra fuera de la realidad en los centros penitenciarios españoles.

Las duchas comunes suelen tener paredes para proteger la intimidad. Además, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias asegura la dignidad e integridad de los internos siempre y cuando no suponga perjuicio a la ordenada convivencia del Centro. Este facilita a cada recluso un kit de limpieza y aseo además de otros productos que se pueden comprar en el economato.

2. CIGARRILLOS COMO MONEDA DE CAMBIO

Semiverdad. El sistema penitenciario español cuenta con regularización en este aspecto. Cada interno es dotado de un peculio al entrar en prisión que los familiares pueden cargar con dinero. El centro proporciona al preso una tarjeta-monedero con hasta 80€ semanales que se recargan de su cuenta de peculio. El interno los puede usar, por ejemplo, para llamar por teléfono o adquirir productos del economato.

Debido a la eliminación de los billetes en papel, cuando un recluso genera una deuda o tiene cuentas que pagar con otro interno suele hacerlo a través de favores (limpieza de la celda, hacer la cama…), tabaco, tarjetas de teléfono u otros productos adquiridos en el economato.

3. CONSUMO HABITUAL DE DROGAS

Es una realidad. Son habituales los altercados o reyertas debidos a deudas generadas por el tráfico de drogas. Ya que el dinero físico no está permitido, los familiares de los internos realizan giros postales a las cuentas de los vendedores. Otro sistema habitual es pagar empleando las tarjetas prepago de teléfono, lo más parecido a dinero que existe en el interior de los centros. La droga se introduce en la prisión a través de las comunicaciones Vis a Vis.

El sindicato ACAIP (Agrupación de Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias) denuncia el «salvaje deterioro» de la convivencia en la cárcel de Melilla en la que se ha producido en los últimos meses agresiones, intentos de suicidio y altercados con drogas. De igual manera, en la prisión de Asturias, las unidades terapéuticas y educativas denunciaron un deterioro de la convivencia debido a que «la droga corre por la prisión sin control», lo que multiplica el riesgo de sobredosis e incidentes violentos. En junio de este año la Guardia Civil desarticuló una red que introducía estupefacientes en el Centro Penitenciario de Murcia II. Fueron detenidas 16 personas, 7 de las cuales ya eran presas. También se incautaron 4.000 euros en efectivo, 11 teléfonos móviles, un revólver y 12 cartuchos de munición.

4. POSESIÓN DE ARMAS Y PELEAS EN LOS PATIOS

Realidad. Es habitual que los internos se fabriquen sus propios cuchillos u objetos punzantes, que en el argot carcelario se denominan «pinchos» y se fabrican afilando cualquier metal. También, en ocasiones, se incautan armas en los registros que tienen lugar tras las comunicaciones Vis a Vis o cuando regresa un interno de un permiso.

En los patios se suelen agrupar los presos según nacionalidad o lugar de procedencia. Las agresiones entre reclusos y de reclusos a funcionarios de los centros son frecuentes. Los internos suelen hacerse con trozos de cristal de las ventanas o patas de sillas afiladas, entre otros objetos. El sindicato mayoritario ACAIP reclama la inclusión de los trabajadores de las prisiones en el protocolo de protección frente a la violencia en la Administración ya que representan más del 65% de todas las agresiones a empleados de la Administración General del Estado.

5. CACHEOS SORPRESA Y CHIVATOS

En el sistema penitenciario español se protege la intimidad de los internos y los funcionarios no pueden realizar registros «sorpresa» de manera aleatoria a no ser que tengan sospecha de que el interno guarda algún objeto no permitido en la celda. Esta situación se produce por orden del director del centro a raíz de informaciones proporcionadas por otros reclusos. Estos «chivatazos» no suelen ser habituales y tienen lugar cuando peligran los intereses del preso, por ejemplo, si un recluso está pendiente de un permiso que podría verse entorpecido si encuentran en su celda drogas, armas o teléfonos móviles.  Los registros son rutinarios y tienen lugar en varias ocasiones del día además de al ingreso en el centro o tras las comunicaciones.