Jóvenes asesinos: el parricidio de La Guindalera y el crimen de Pioz

Los investigadores coinciden en catalogar como “el crimen más atroz de España” el parricidio y canibalismo que llevó a cabo un joven de 26 años en Madrid: el crimen de La Guindalera.

 

CRIMEN DE LA GUINDALERA

El asesino mató a su madre, la descuartizó y repartió sus restos en diversos recipientes por toda su casa. Según afirman varios medios de comunicación, el supuesto parricida, Alberto S.G, confesó a la policía haber comido junto a su perro, Koke, parte del cadáver de su madre.

La voz de alarma la dio una amiga de la fallecida. Alertó a las autoridades de que hacía alrededor de un mes que no veía a Soledad, aunque vecinos han asegurado verla después. Los agentes se personaron en la vivienda del barrio de La Guindalera y se encontraron con la escalofriante escena.

Rápidamente el ya conocido como “Caníbal de La Guindalera” pasó a disposición judicial. Actualmente se encuentra en la prisión de Soto del Real, vigilado permanentemente bajo el protocolo antisuicidio.

Con doce denuncias por maltratar a su madre a sus espaldas, el joven madrileño compartía mensajes inquietantes en sus redes sociales. “Si te quiero hundir, te entierro” o “No existe cura para mi locura” son dos de ellos.

EL CRIMEN DE PIOZ

Otro de los crímenes más duros a los que se han enfrentado la Guardia Civil y la Policía es el conocido como “crimen de Pioz”, perpetrado por otro joven de apenas 20 años.

El 17 de agosto de 2016, Patrick Nogueira, un joven brasileño, mató y descuartizó a sus tíos, Marcos y Janaina, y a sus dos primos pequeños en la localidad de Pioz (Guadalajara).

Un mes después del horrible crimen, un trabajador de la zona alertó a los vigilantes de seguridad de la urbanización del fuerte hedor procedente de uno de los chalés. Tras llamar a la puerta y que nadie respondiera, se pusieron en contacto con el propietario de la vivienda, puesto que esta estaba alquilada. Poco después se personó la Guardia Civil.

El 20 de septiembre de ese mismo año, el asesino huyó a Brasil al ver que la investigación del caso se iba acercando a él. Finalmente, el 19 de octubre regresó a España y se entregó a la Guardia Civil.

Los mensajes de WhatsApp que intercambió con uno de sus amigos mientras acababa con la vida de sus familiares y restos biológicos hallados en la escena del crimen fueron determinantes para declararle culpable.

Sobre él pesan tres penas de prisión permanente revisable y otra de 25 años de cárcel, después de que se rechazara un supuesto daño cerebral como eximente.