Grandes robos sin resolver (primera parte)

Lo habitual cuando sucede un gran robo es que a los atracadores se les detenga en un plazo corto de tiempo, pero no siempre es así. Por ejemplo, en Reino Unido, un 95% de los robos quedan sin resolver.

 

Existen varios y sonados casos en los que los ladrones consiguen su objetivo. Escapar con el botín en su poder. Estos son algunos de los casos más destacados:

 

ROBO EN EL MUSEO ISABELLA STEWART GARDNER

 

Se trata del robo de arte más grande jamás ocurrido, y, además, permanece sin resolver. El 18 de marzo 1990 dos personas entraron en este museo de arte situado en Boston (EE. UU.) vestidas de policía. Se presentaron ante los dos vigilantes de seguridad alegando que acudían como respuesta a una llamada de disturbios en el interior. Los agentes les dejaron entrar por la puerta de empleados e inmediatamente después fueron esposados y retenidos por los dos ladrones. Después, estos se dedicaron a trasladar, durante 80 minutos, 13 valiosísimas piezas de arte a una furgoneta, valoradas en 500 millones de dólares. Entre ellas Concierto de Vermeer, tres obras de Rembrandt y una de Manet.

 

Actualmente el museo ofrece 10 millones de dólares a toda persona que revele información que lleve directamente a la recuperación de las 13 obras. El lugar que ocupaban las obras en el museo ahora exhibe marcos vacíos.

 

Según información publicada en El Mundo, cada año desaparecen 3.185 millones de euros en obras de arte en todo el mundo. La Interpol publica diversos informes acerca de las obras de arte que han sufrido un robo, así como las recuperadas y las más buscadas.

 

 

ATRACO EN EL AEROPUERTO DE BRUSELAS

 

El 18 de febrero de 2013 ocurrió un insólito robo en el aeropuerto de Bruselas. 8 personas detuvieron un avión en plena pista durante su acercamiento hacia la pista de despegue. Vestidos de policía y usando una furgoneta y un coche, se detuvieron ante la nave y subieron armados con armas Kalashnikhov, según relató la tripulación con posterioridad. Amenazando con las armas a los pilotos accedieron a la bodega y robaron un cargamento de diamantes por valor de 50 millones de dólares y otros objetos de valor. En total cerca de 400 millones de euros. Y según llegaron, así se marcharon. Sin disparar ni una sola bala, volvieron a los vehículos y salieron del recinto por el mismo agujero que habían practicado en la valla exterior para entrar. Nunca se volvió a saber nada ni de los atracadores ni de los diamantes y los otros objetos. El robo duró apenas 20 minutos y fue tan silencioso que los pasajeros no se percataron del suceso hasta que el vuelo fue cancelado y les ordenaron abandonar el avión.

 

Según las autoridades aeroportuarias y la policía, los ladrones tenían muy estudiados los horarios, trayectos y procesos del avión, por lo que se sospechó que debían estar fuertemente compenetrados con algunos trabajadores.

 

 

SECUESTRO DE UN BOEING 727 EN EL AIRE

 

Un tal D. B. Cooper reserva un billete de avión para un vuelo que despega de Portland (EE. UU.) el 24 de noviembre. El año: 1975. Los sistemas de reservas y de seguridad de mediados de los 70 nada tenían que ver con los de hoy. De haber sido así, el pasajero probablemente nunca hubiera llegado a embarcar, ya que su nombre era falso. El vuelo, con destino a Seattle corría con normalidad hasta que un pasajero metió una nota en el bolsillo de una de las azafatas. El pasajero era el tal D. B. Cooper y la nota explicaba que portaba una bomba y le pedía a la tripulante que se sentara a su lado para explicarle qué quería y en qué condiciones. Las instrucciones eran sencillas, aterrizar, subirle a bordo una bolsa con 200.000 dólares (cerca de un millón actuales) y volver a emprender el vuelo. Para ganar credibilidad, el secuestrador le enseñó a la azafata una maleta con la bomba.

 

 

Dicho y hecho: la azafata entró en la cabina y el avión aterrizó en Seattle. Todos los pasajeros bajaron con normalidad y después se le entregó el dinero. El avión despegó de nuevo y Cooper ordenó volar con destino México. En algún lugar entre Seattle y Reno, el secuestrador, con los fajos de billetes atados a su cuerpo y equipado con un paracaídas, saltó del avión y fue la última vez que se supo de él.

 

Las autoridades iniciaron inmediatamente la búsqueda y la investigación, pero tras algunos sospechosos interrogados y otras pesquisas, tuvo que cerrarse sin encontrar al tal Cooper. 5 años después, un niño de la zona en la que el atracador debía haber caído, encontró un fajo de billetes de 20 dólares en muy mal estado y los entregó a la policía. Esta, tras analizarlos, confirmó que pertenecían a los billetes entregados a Cooper aquel día, lo que los llevó a encontrar algunas otras pruebas, como un trozo del paracaídas y de la corbata, pero de nuevo no los llevó a ninguna parte. El FBI asegura que no pudo sobrevivir a la caída, pero su cuerpo nunca se encontró.