El experimento de la cárcel de Stanford: ¿qué pasó realmente?

Antes de 60 Días Dentro, hubo otro experimento que planteaba la idea de ver a personas inocentes entre rejas, el Experimento de la Cárcel de Stanford, en 1973. Cuatro décadas después, se sigue hablando de este experimento psicológico como uno de los más controvertidos que se han realizado nunca. ¿En qué consistió y por qué fue tan importante?

El trabajo de Philip Zimbardo, profesor de psicología de la Universidad de Stanford, consistía en un experimento diseñado para estudiar la facilidad con la que las personas pueden revertir los roles tradicionales de guardia y preso, para comprobar así cómo los individuos pueden ser corrompidos por el poder. En el experimento, que se realizó con hombres blancos, universitarios y de clase media, los integrantes participaban en la simulación de una cárcel y se les dividió en dos grupos, 10 prisioneros y 11 guardias de prisión.

Para que la situación fuera más real, los prisioneros fueron arrestados en sus casas sin ningún aviso previo, se les cacheó y se les encerró en el sótano de la universidad, que se había adecuado con celdas y barrotes en las ventanas para que pareciera una cárcel de verdad. Las cosas se pusieron más feas para ellos cuando se les desnudó, se les despiojó y se les dio uniformes de presidiario y sábanas, todo para ponerlos al nivel del recluso estándar. Cuando terminó el experimento, sus identidades se habían limitado a ser únicamente su número de interno. Por otro lado, a los guardias se les vistió con uniformes idénticos a los reales que incluían silbatos y porras, así como gafas de sol para evitar que hicieran contacto visual con los internos.

En cuestión de horas, los voluntarios ya se habían metido de lleno en sus roles hasta tal punto que, al segundo día, estalló una revolución. Conforme avanzaba el experimento, los grupos cada vez actuaban más acorde con su rol: los internos, subordinados y rechazados, y los guardias, cada vez más sádicos y déspotas. Llegaban a hostigar a los prisioneros, quitarles sus ropas y mantas para que se quedaran desnudos en sus celdas. No les permitían ni si quiera ir al baño a menos que los lavaran con sus propias manos. A uno de los participantes se le sacó porque comenzó a gritar y a llorar descontroladamente.

Seis días más tarde, el experimento terminó antes de lo planeado. Los guardias no estaban de acuerdo con que tuviera que terminar.

Los resultados fueron polémicos: ¿era ético exponer a un sujeto inocente al trauma emocional que sufren los prisioneros? Sin mencionar, además, que se les dio la oportunidad a estudiantes universitarios normales la capacidad de convertirse en tiranos inmorales. Lo que se demostró fue lo mucho que podemos transformarnos según las circunstancias y cuánto puede llegar a corrompernos el poder y la autoridad. Los resultados se usaron para explicar desde las revueltas que sucedían en las cárceles hasta los actos brutales realizados por los militares estadounidenses en la Bahía de Guantánamo y los prisioneros en Irak y Afganistán.

En cuanto a los participantes, ninguno pareció salir perjudicado del experimento. Después de finalizar, los prisioneros y los guardias volvieron a su día a día. El guardia más sádico tiene ahora su propia empresa privada de hipotecas, uno de los prisioneros se convirtió en psicólogo forense y otro en profesor.