Crímenes que se han resuelto gracias a los avances forenses

El empleo de la genética en la investigación de crímenes ha supuesto una verdadera revolución. El ácido desoxirribonucleico es una poderosa herramienta a la hora de identificar a las personas involucradas en un crimen pero no es la única. A continuación se exponen casos en los que la tecnología forense fue vital para su resolución. 

Las huellas dactilares de Machine Gun

George ‘Machine Gun’ Kelly fue un experimentado gánster contrabandista de la época de la Ley Seca estadounidense. Secuestró, junto con un compañero, a un rico petrolero, Charles Urschel. Le llevaron a una casa de campo en Texas y pidieron un rescate de 200.000$. La policía pagó la suma de dinero y Urschel fue liberado nueve días después. El petrolero, a pesar de haber tenido los ojos vendados durante su estancia en el inmueble pudo anotar algunos detalles clave para la localización del lugar. Calculó la hora del día en la que los aviones sobrevolaban la casa y los sonidos de los animales que era capaz de reconocer. El FBI identificó la ubicación y fueron las huellas dactilares de Kelly presentes en la propiedad lo que le vinculó directamente con el caso. Esto fue determinante para condenarle a cadena perpetua.

La esperada condena de Ted Bundy

La policía estadounidense consideraba a Ted Bundy como responsable de más de 30 asesinatos pero no lograba  encontrar pruebas físicas que le relacionaran directamente con ninguno de ellos. Cuando Bundy debía acudir al juicio se escapó y mató a tres personas más. Gracias a los restos hallados esta última vez Bundy fue enviado a prisión. Fue gracias a la marca de un mordisco en la víctima, que coincidía con la forma de los dientes de Bundy. También se encontraron fibras en el vehículo del asesino pertenecientes a la ropa de la niña asesinada. Ted Bundy fue, finalmente, condenado a muerte.

Los niños de Atlanta

Entre 1979 y 1981 fueron asesinadas 29 personas, en su mayoría niños por un asesino en serie que se dedicaba a estrangular a sus víctimas y arrojarlas a un rio. La policía estableció vigilancia en diferentes zonas a lo largo del río. Aunque no llegaron a presenciar a nadie tirando ningún cuerpo, detuvieron a Wayne Williams tras escuchar cómo caía un objeto al agua. Pudieron incriminarle gracias a que se encontraron 30 tipos de fibras diferentes en casa de Wayne que coincidían con las recolectadas en los cadáveres de las víctimas. Finalmente, fue condenado por el asesinato de dos personas aunque se cree que fue responsable de al menos 22.

Crimen resuelto diez años después

En España, se resolvió un crimen en 2012 gracias a los avances en la tecnología forense. Juan Antonio López fue asesinado a tiros tras salir del almacén de bebidas donde trabajaba. La Policía sabía quiénes habían sido los responsables pero no tenían las pruebas suficientes para incriminarles. Sin embargo, gracias a los avances en la detección de huellas dactilares y la elaboración de perfiles genéticos se pudo sustentar la acusación y finalmente mandar a prisión a los atracadores. El crimen se había cometido en 2002 cuando la banda de atacantes  trató de robar en las oficinas de la empresa de bebidas donde se encontraba la víctima, que se encaró con ellos.  Las claves fueron cuatro huellas halladas en un Opel Corsa y un pelo encontrado en un pasamontañas.

 

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