Casos sin resolver: Sheila Barrero

Sheila Barrero, una joven de 22 años, fue asesinada de un tiro en la nuca dentro de su vehículo, un Peugeot 206, la mañana del 25 de enero de 2004.

El cuerpo de la joven apareció colocado en el asiento del coche, con una mano encima de la otra y una bufanda atada al cuello que pertenecía a su asesino. Sheila vivía en Degaña, Asturias, y trabajaba entre semana en una agencia de turismo en Gijón y los fines de semana en Villablino, León, en un bar de copas. Precisamente volvía de trabajar cuando sucedió el crimen.

Sheila salió de trabajar a las 7 de la mañana y fue a tomarse algo con sus amigos, que habían salido por la zona. Sin embargo, como estaba cansada tras su jornada decidió volver a su casa a eso de las 8 menos cuarto. Algunos de sus amigos la acompañaron hasta su coche y condujeron en la misma dirección, detrás de ella, hasta el cruce con la carretera hacia el alto de Leitariegos, donde su camino se desviaba. Estos pidieron a la joven que realizara una llamada perdida para confirmar que había llegado a casa. Sin embargo, nunca llegó.

Conducía por la carretera C-733  en dirección a su casa de Degaña. Se cree que otro vehículo se colocó delante de ella en la carretera y la obligó a parar. No se encontraron indicios de un frenazo brusco por lo que se dedujo que la joven conocía a la otra persona. El autor se subió en el coche de Sheila y la disparó desde detrás con una pistola de calibre 6,35, probablemente rectificada, en la nuca. Después, aparcó el coche de Sheila, colocó el cuerpo con la bufanda y se marchó.

La familia se preocupó durante la mañana al ver que no se encontraba en casa ni tampoco en casa de su hermano, en Villalbino. Este salió en su búsqueda a eso de las 12 y encontró el vehículo de su hermana en la carretera. Cuando se dirigió al asiento del conductor se halló el cadáver de Sheila.

No se encontraron huellas en el coche. El principal sospechoso fue Borja Vidal, un ex novio de Sheila, a quien se le practicó una prueba de detección de sustancias en la que se encontraron restos de pólvora en los dedos de una mano. Sin embargo, las pruebas no se dieron por concluyentes ya que los restos hallados no coincidían con los del arma que disparó. Además, el joven aseguró que estas sustancias se debían a su afición por la caza. La falta de pruebas determinantes supuso la puesta en libertad del sospechoso.

Trece años después la familia sigue profundamente dolida y pide que se reabra el caso para conocer quien fue el autor del crimen y qué le impulsó a cometerlo. La madre de la víctima llegó incluso a acampar frente a la Audiencia Provincial para que se retomara la investigación. La familia insiste en la implicación directa de Borja Vidal y opinan que, además, participó más de una persona. Nunca se encontró al propietario de la bufanda.

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