Luis Garavito

En la década de los 90, tras dos años de persecución, la policía colombiana dio por fin caza a la Bestia, un asesino en serie que dejaba decenas de niños muertos a su paso.
Luis Garavito, confesó haber atacado a 172 niños. Su historia es bien conocida gracias al testimonio que dio durante se juicio. En él, se evidencia el doloroso surgimiento de una mente criminal.

El abuso: una huella indeleble

Luis Garavito Cubillos nació el 25 de enero de 1957. Durante su infancia temprana, su pueblo quedó inmerso en los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército, por lo que su familia se vio obligada a emigrar.
Su paso por la escuela no fue fácil. Era un niño introvertido e irritable, objeto recurrente de las burlas de sus compañeros, y tampoco contaba con la simpatía de los profesores. Abandonó los estudios a los 10 años.
La situación en casa no era mejor. Durante el juicio, Garavito explicó que su padre era un hombre rígido, que golpeaba constantemente a su madre y abusaba sexualmente de él.
A los 12 años se convirtió en la víctima de los abusos sexuales sistemáticos de un amigo de su padre. Durante dos años, este hombre lo sometió a una infame rutina en la que era violado, golpeado y quemado.
La pesadilla parecía que iba a terminar cuando su familia se trasladó al municipio de Trujillo pero, lejos de encontrar algo más de seguridad, fue violado por otro conocido de su padre. Años después, Garavito plasmaría las huellas de estos ataques en sus propias víctimas.

Las primeras víctimas

Antes de cumplir los 18 años, fue detenido por la policía al intentar abusar de un niño. Fue liberado rápidamente, pero su padre lo echó de casa.
Garavito comenzó entonces una vida errante. Tenía un carácter violento y depresivo que le dificultaba permanecer en un trabajo. Intentó tener pareja, pero no se sentía atraído por las mujeres, lo que, según su propio testimonio, le generaba gran frustración.
A los 23 años, acudió por primera vez al psiquiatra. Fue diagnosticado con depresión y no recibió tratamiento. Ese mismo año, empezó a violar niños. Fue así como descubrió que obtenía placer de la sodomía infantil.
Entre 1980 y 1993, fue miembro de Alcohólicos Anónimos y fue internado varias veces en hospitales psiquiátricos. A pesar de ello, siguió violando y torturando a decenas de niños.

El nacimiento de la Bestia

A los 36 años, cometió su primer asesinato. Según, una vez más, su propio testimonio, Luis Alfredo estaba en un bar en un pueblo cerca de Trujillo cuando se obsesionó con un niño que pasó cerca suyo. Esta obsesión le llevó a seguirle y engañarle para que le acompañase al bosque donde entre su ritual de violación habitual y la luna de la noche, se vió transportado a su infancia. El dolor de este recuerdo terminó de romper la mente de Garavito quien, consumido por el odio, acuchilló al pequeño Juan Carlos al tiempo que lo sodomizaba.
La figura del asesino en serie quedó entonces completa. En lo sucesivo, Garavito se disfrazaría de cura y convencería a niños para que lo siguieran. Los llevaba a un lugar apartado y los sometía a las mismas torturas que él había sufrido para acabar degollándolos.
Obsesionado con su propia monstruosidad, leía cada noche la biblia. Copiaba en un cuaderno los versículos que le ofrecían respuestas sobre sí mismo. En otro, anotaba los nombres de cada una de sus víctimas.

La caza del “Cura”

Aunque cambiaba frecuentemente de lugar de residencia, su huella era cada vez más terrorífica. En 1997, la policía abrió una investigación tras encontrar 37 cadáveres de niños en los alrededores de la ciudad de Pereira. Meses después, reconoció públicamente que se trataba de un asesino serial, al que los colombianos apodaron la Bestia, el Cura o el Loco.
En 1999, fue descubierto al secuestrar a un niño y atacado a pedradas por un indigente. Huyó, pero fue capturado horas después.

Juicio y condena

La única defensa de Garavito fue el testimonio de los tormentos sufridos durante su infancia. En sus palabras se revela el resultado de una historia de abusos recurrentes y profundamente sádicos. Un psicópata de perfil inestable, dominado por ataques de odio y culpabilidad.
Incapaz de distinguir entre el bien y el mal, Gravito recreaba el momento del trauma, colocándose en el lugar del control, tomando el poder que no tuvo como víctima. De esta manera, buscaba ansiosamente reparar el quiebre psíquico sufrido durante su infancia.
Las condenas de Garavito sumaron 1.853 años y nueve días. Fue sentenciado con la pena máxima, que en Colombia es de 60 años.