Juan José Rangel

En diciembre de 2003, dos mujeres fueron asesinadas en un parking del apacible barrio barcelonés de Putxet. Los investigadores dieron con Juan José Rangel tras seguir la pista de un asesino descuidado y profundamente sádico, que probablemente estaba preparado para continuar cobrándose vidas.

Los asesinatos del Putxet

El 11 de enero fue encontrado el cuerpo de una mujer rubia, de 49 años. Había sido atacada al salir de su coche, acuchillada más de 30 veces y recibido decenas de martillazos en la cabeza. El cuerpo estaba en una bolsa de plástico. Antes de huir, el asesino había robado su móvil y tarjetas de crédito.
En la escena del crimen se encontraron una colilla y huellas digitales en la barandilla y la bolsa en la que se encontraba la víctima. Sin embargo, el dueño de aquellas huellas no estaba fichado, por lo que era imposible localizarlo.
Once días después, la escena se repitió en el mismo lugar con otra mujer rubia de 46 años. Esta vez, el asesino esposó a la víctima, la ató a la barandilla de la escalera y la amordazó. Después, la mató a golpes de martillo y huyó, llevándose de nuevo algunas pertenencias.

Investigación

El homicida no tardó en dar las claves para su detención. Tras la primera muerte, extrajo dinero de un cajero con la tarjeta de su víctima, por lo que fue localizado en los videos de seguridad. Las imágenes no eran nítidas, pero hacían visible una calvicie en la coronilla.
La segunda pista fue igual de evidente: llamó al marido de su víctima para ofrecerle información sobre el asesino a cambio de dinero. Tras varias llamadas, le pidió que lo dejara en el baño de un bar.
Aunque el asesino no recogió el dinero, elementos vestidos de civil hicieron guardia en el bar. La coronilla de un joven llamó su atención. Al identificarlo, descubrieron que sus huellas coincidían con las encontradas en el lugar del crimen.

Cuatro días después inspeccionaron su casa. En su habitación, encontraron recortes de prensa sobre sus crímenes, las llaves de los grilletes con los que había atado a su segunda víctima y una libreta con anotaciones de matrículas de otros coches del parking.

Juanjo, un psicópata atípico

Al cometer los crímenes, Juan José tenía 24 años. Había estudiado para administrativo, pero trabajaba en una empresa textil. Vivía con sus padres y su abuela en La Mina, un barrio marginal de Barcelona. Según cuentan sus conocidos, era un chico reservado y tranquilo, cuyas únicas aficiones eran las motos y el billar.
Dos años antes, había decidido alquilar una pequeña habitación en el Putxet, aunque continuó viviendo y trabajando en la Mina. Los motivos de aquella decisión se desconocen, pero se sabe que en aquella época guardaba su moto en el garaje que más tarde convertiría en escena del crimen.

Durante el juicio, Rangel negó sistemáticamente su culpabilidad. Argumentó que estaba siendo utilizado para cubrir los crímenes de alguien más, como cabeza de turco e incluso, inculpó directamente al marido de una de sus víctimas.
Sin embargo, la investigación no dejaba lugar a dudas. Por unanimidad del jurado, fue sentenciado a 52 años de prisión.

Perfil

Aunque Rangel no tenía dinero en el banco y se sospecha que consumía drogas, la brutalidad de los ataques y el hecho de que no haya tomado todos los objetos de valor de sus víctimas descartaron por completo el móvil económico.
Hay elementos que denotan el perfil de un asesino serial. La similitud entre sus presas y la repetición del lugar del crimen evidencian una simbolización del asesinato. El segundo homicidio fue cometido con un método más refinado y cuando la zona estaba bajo control policiaco, señal de un atrevimiento fruto de un sentimiento de impunidad.

El contraste entre la personalidad tranquila descrita por sus conocidos, la ira expresada en los asesinatos y la convicción con la que defiende su inocencia, parecen situarnos ante un psicópata con un trastorno de personalidad múltiple y paranoia. Sin embargo, se sabe poco sobre la vida de Rangel, por lo que se desconocen los detalles ni el origen psicoafectivo o biológico de su padecimiento o el detonante psicológico que le llevó a cometer los asesinatos.