John George Haigh

Durante la primera mitad del siglo XX existió un asesino en serie que actuó en Inglaterra y fue llamado El Asesino del Baño de Ácido. Este fue el inglés John George Haigh, quien acabó sus días en la horca declarado culpable de seis asesinatos.

 

El apodo de Haigh describía el modus operandi que utilizó para eliminar a sus víctimas entre septiembre de 1944 y febrero de 1949. Cuando fue detenido como sospechoso de la desaparición de Olivia Durand-Deacon, una acaudalada mujer que residía en el mismo hotel que él, decidió confesar haber matado a otras ocho personas más. En ese momento describió con todo detalle los hechos sucedidos con cada una de las víctimas. John George Haigh tuvo una infancia complicada y fue un estafador durante toda su vida, lo que le llevó a prisión en varias ocasiones. Su manera de actuar habitual era premeditada: tras alguna artimaña, conseguía llevar a sus posibles víctimas a algún almacén o trastienda que tenía alquilados para allí dispararles por sorpresa. Después se quedaba con la documentación y todas las posesiones con el objetivo de revenderlas. – Incluso llegó a vender los inmuebles de los que disponían las víctimas para hacerse con el importe de la venta.- Tras ello, declaró que hacía un corte en el cuello de las víctimas y “bebía mi vaso de sangre” según consta en su declaración. Para deshacerse de los cuerpos, los disolvía en ácido sulfúrico concentrado y tiraba los restos en los desagües.

 

La investigación llevada a cabo en el almacén en donde dijo haber matado a Olivia Durand-Deacon arrojó pruebas que confirmaron sus declaraciones. Se encontraron restos óseos humanos mezclados con ácido sulfúrico en estado viscoso. El juicio se hizo mediático gracias a los periódicos, entre los que destacó el Daily Mirror, que fue condenado por mencionar a Haigh como un asesino cuando todavía no se había producido el fallo del tribunal.

 

Finalmente y tras los intentos de la defensa y del propio Haigh por argumentar su locura – por ello se cree que dijo haber bebido la sangre de sus víctimas – el jurado le encontró culpable de seis de los nueve asesinatos que había confesado en sus declaraciones ante la policía. Se le condenó a muerte y fue ahorcado el 10 de agosto de 1949, poco más de cinco meses después de su último asesinato.