Jack Barsky

Jack Barsky no nació como Jack Barsky, sino como Albert Dittrich. Así lo hizo en 1949 en la antigua Alemania Oriental, cuando el muro de Berlín acababa de empezar a separar en dos el territorio alemán. Su vida se desarrolló con relativa normalidad: su padre era un profundo defensor del Marxismo – Leninismo y a los 14 años de edad le enviaron a un internado. Pasado un tiempo sus padres se divorciaron.

 

RECLUTAMIENTO

 

Su vida cambiaría cuanto estaba a punto de convertirse en profesor en la universidad de la RDA (República Democrática Alemana). Se había licenciado en química en 1969 y estaba estudiando un doctorado en la misma cuando en 1970 fue reclutado por el Comité Para la Seguridad del Estado Soviético, o lo que es lo mismo, la KGB. La organización rusa le envió a Moscú para recibir entrenamiento. Allí tuvo que aprender a comportarse y actuar como un estadounidense. El objetivo era infiltrarse en Estados Unidos, vivir la vida de un auténtico ciudadano americano en el corazón del capitalismo. En el corazón del enemigo número uno de Rusia en plena Guerra Fría.

 

EN AMÉRICA

 

En 1978 pisó por primera vez territorio americano, concretamente llegó a Nueva York. Allí tendría que convertirse en ciudadano estadounidense y después empezar a mantener contacto, poco a poco, con personas del escalafón alto de la política. Pero tenía un problema: había aterrizado en la Gran Manzana como William Dyson, canadiense. No tenía papeles más allá de un certificado de nacimiento que le había conseguido un empleado de la embajada soviética en EE. UU.

 

Mientras trataba de conseguir con paciencia y discreción documentos legales, usaba una historia muy elaborada acerca de cómo había llegado allí con las personas a las que iba conociendo.

 

De vez en cuando dejaba mensajes en las papeleras que se encontraban en los parques de la ciudad con información para sus superiores y a cambio recogía latas con dinero o pasaportes falsos que utilizaba para viajar de regreso a Moscú y dar parte a sus jefes. Además, cada dos años volvía a Alemania para visitar a su familia, quienes no sabían absolutamente nada acerca de su vida real.

 

Jack, según iba integrándose más en la vida americana, más se cuestionaba diferentes cosas. Por un lado, los consejos que le habían dado sus entrenadores acerca de cómo comportarse y cómo eran los estadounidenses hacían aguas, ya que estaban alejados de la realidad, y por otro, lo que le habían enseñado acerca de occidente le parecía mentira. No era un sistema “malvado” como le habían enseñado, como tampoco estaba al borde del colapso económico y social. Aún así, sus convicciones y valores acerca de la patria comunista eran firmes y se mantuvo en sus quehaceres como espía de la KGB.

 

CIUDADANO BARSKY

 

Por entonces, había conseguido un certificado de nacimiento como Jack Barsky, un carnet de biblioteca, una licencia de conducir y un número de la seguridad social y además había trabajado como mensajero, pudiendo tener cierto contacto con la élite política americana. Hasta ese momento, a sus jefes en Moscú les era suficiente, pero al no ser capaz de conseguir un pasaporte, la KGB le encomendó un plan B: obtener un grado universitario para después poco a poco trabajar y ascender socialmente hasta poder conseguir información verdaderamente útil. Pero él consideraba esto algo casi imposible.

 

Aún así consiguió graduarse en Ciencias de la Computación y consiguió un empleo en la aseguradora MetLife como programador. Allí, cuenta en su libro “Deep Undercover” (Profundamente Encubierto) se sintió como en casa, nadie le cuestionaba y le resultaba un ambiente agradable. Lo cierto es que desde hacía algunos año les ocultaba cierta información a sus jefes: se había casado con una inmigrante de Guyana y habían tenido una hija juntos. Él temía que llegara el momento en el que tuviera que elegir vivir una de sus dos vidas, la real o la falsa, y ese momento llegó.

 

Moscú le ordeno que volviera de inmediato, a lo que él, tras una larga dilucidación decidió contestar que no lo haría. Siendo conocedor de las cosas a las que Moscú temía, argumentó que estaba enfermo de SIDA y solo podría recibir tratamiento en Estados Unidos. Tras su atrevimiento para enfrentarse a sus jefes, su vida se tranquilizó y todo se normalizó. Pudo establecerse como un americano más, con una vida familiar normal: vivía el sueño americano.

 

Cuando las aguas corrían con calma, un antiguo miembro de la KGB le delató y el FBI empezó a seguirle la pista, llegando a comprar la casa contigua a la suya. Le seguían muy de cerca para tratar de hacerse con el preciado tesoro, con la prueba definitiva de que Barsky era un espía ruso. En una discusión con su mujer (que había sido interceptada por el FBI) le confesó cómo había sido su vida real, y entonces el FBI entró en acción. Le detuvieron y tras una larga y detallada confesión, los peores temores de Barsky no se cumplieron. Además de comunicarle que quedaba en libertad libre de cargos, el FBI le ayudó a conseguir lo que la KGB no había podido. Un pasaporte americano: sería Jack Barsky, ciudadano estadounidense con todas las garantías legales, y tras 10 años de trabajo, lo consiguió.