Gustavo Romero Tercero

La localidad de Valdepeñas (Ciudad Real) tuvo que esperar una década para desenmascarar al autor de los brutales asesinatos cometidos contra 3 jóvenes vecinos. Unos crímenes que hubiesen sido casi perfectos de no haber sido porque el perfil psicológico del homicida le delató.

Antecedentes

Como ocurre en la mayoría de casos de asesinos en serie, la infancia de Gustavo estuvo marcada por abusos y carencia de afectos. Ya desde la adolescencia contaba con antecedentes por robo. Sin apenas estudios y con un carácter impulsivo y violento, fue desempeñando diversos trabajos que no le proporcionaban ninguna estabilidad económica. Aun así consiguió formar una familia y tener dos hijos.

El crimen de los novios

Su primer crimen lo cometió el 18 de junio de 1993 contra una pareja de novios que paseaba por el parque municipal. En un principio, según su confesión, se trataba de un simple robo a punta de navaja, pero fue más allá y los asesinó brutalmente cometiendo incluso abusos sexuales contra la mujer. Al parecer, había sido identificado por la víctima. Dejó sus cuerpos inertes en el lugar del

crimen. El caso conmocionó a la población de la pequeña localidad manchega que se manifestó pidiendo justicia. Gustavo, huyendo del revuelo, se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria sin levantar sospechas de ser el autor del doble crimen. Allí permaneció un tiempo hasta que regresó y se hizo amigo de la familia de una de las víctimas con el fin de obtener información sobre el curso de las investigaciones.

Un asesino en serie itinerante

Gustavo trabajaba como cocinero en un club de alterne. La noche del 25 de junio de 1998, el asesino regresaba a casa tras cumplir con su jornada laboral cuando se cruzó en la carretera con una joven de 22 años que iba en bicicleta. La arrolló, la secuestró, 

abusó de ella sexualmente y la asesinó a puñaladas, arrojando su cuerpo a un pozo. El cuerpo no fue encontrado hasta que fue detenido y se declaró autor del asesinato.

Un perfil psicopático evidente

El asesino de Valdepeñas podría haber sido el autor de unos crímenes sin resolver de no haber sido porque su perfil psicológico le delató. Casado con una mujer sometida a su control y maltratos, utilizó la confesión de ser el autor de la muerte de la pareja de novios como amenazas para atemorizar a su cónyuge.

La falta de responsabilidad utilizando el doble crimen como arma de poder y sometimiento junto con su carácter violento e impulsivo lo llevó en 2003 a la cárcel denunciado por su cónyuge por malos tratos. Una vez entre rejas, su esposa, quizás sintiéndose más amparada, lo denunció a la policía como el autor del crimen de los novios, informando del lugar donde se ocultaba el arma homicida.

Posteriormente se emprendió la investigación criminológica corroborando la coincidencia de las muestras de ADN con los cuerpos de las víctimas. La sorpresa fue que el homicida confesó ser el autor también de la joven desaparecida 5 años después del doble crimen.

Juicio y condena

El 22 de abril de 2005 el asesino de Valdepeñas fue condenado a 103 años de prisión. Se le diagnosticó un trastorno antisocial de conducta que le impedía distinguir entre el bien y el mal, pero con las facultades psíquicas suficientes para saber el alcance de sus actos.

El asesino actuaba movido por un impulso sexual, carecía de empatía y remordimiento por cualquiera de sus actos, sentía un profundo desprecio por la vida ajena, era manipulador, intimidador y asesinaba con saña y alevosía. Se trataba de un asesino en serie itinerante y desorganizado que iba improvisando cada uno de sus actos. Elegía a sus víctimas fortuitamente con la intención de cometer abusos sexuales. Empleaba la violencia física al extremo valiéndose de un cuchillo, proporcionando a sus víctimas una muerte lenta. De nada le sirvió alegar que su móvil era el robo debido a sus graves problemas económicos, ya que sus actos criminales delataban su perfil patológico de asesino en serie.